Este tipo de acontecimientos no tienen cabida dentro del corazón de la Iglesia ya que rompe con la paz personal familiar y ciudadana.
Hacemos un llamado a la conciencia de todos, de manera especial de aquellas personas que acuden a estos mecanismos, aparentemente razonables e idóneos, buscan la atención de sus gobernantes y la sociedad a sus anhelos y deseos. Les pedimos que acudan a los procedimientos contemplados por los sistemas democráticos para elevar sus peticiones sin perjudicar ni lastimar a la comunidad. Somos hijos de una misma nación y un solo Padre.
Los familiares y amigos de los secuestrados han dirigido una carta al Santo Padre, la misma que ha sido canalizada ya a través de la Nunciatura Apostólica.
Desde la Iglesia en Ecuador, nos unimos en oración para que nuestros hermanos Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra, y otros más, víctimas inocentes del secuestro, puedan retornar a sus hogares e integrarse a sus actividades. Es del conocimiento general que en varias de las comunidades católicas y cristianas se ha elevado una plegaria por el bienestar de nuestros hermanos, la paz y el bienestar en el mundo.
Tengamos presente que es obligación de todos velar para que no se pierda la tranquilidad y el bienestar de la ciudadanía, que se consolide en términos de amor, justicia, equidad y solidaridad. Les invitamos a no desfallecer en la oración por la paz de nuestro País y de todos.
Invitamos a todos los sacerdotes y los fieles católicos para que este próximo domingo día de la Divina Misericordia, pongamos como intensión especial en la Santa Misa la liberación de estos hermanos.
¡NOS FALTAN TRES Y LOS QUEREMOS VIVOS!