Apurada, la mujer de 51 años, pide ayuda a un transeúnte, pues un grupo de vehículos se acerca amenazante desde la avenida 9 de Octubre. Dos son las causas que impiden a Luisa cruzar el sitio por sus propios medios, el acceso tiene un bordillo de casi 4 cm de altura, entre la calle y la rampa y el declive es demasiado empinado. Las trampas en las aceras de Guayaquil son comunes en el centro, incluso en sitios regenerados.
El Servicio Ecuatoriano de Normalización (INEN), en las normas 2243, 2245 y 2246, establece las condiciones que deben existir en los bordillos para que sean accesibles y amigables con las personas con discapacidad y movilidad reducida. La estipulación de que “el pavimento de las rampas debe ser firme, antideslizante y sin irregularidades (norma 2243)” es uno de los que menos se cumple, según Betsabeth Pilaloa, presidenta de la Asociación de Hemipléjicos, Parapléjicos y Cuadripléjicos del Guayas (Asoplejica). Las intersecciones de las calles Luis Urdaneta y Córdova, Pedro Carbo y Luque, la calle Clemente Ballén (desde Boyacá hasta Lorenzo de Garaycoa) son algunos de los puntos donde se pueden encontrar inconvenientes similares al de Pichincha y Elizalde.
El problema no es nuevo para Pilaloa y considera que las autoridades locales poco o nada han hecho pese a las quejas constantes. En 2014 se recibieron hasta 3 reclamos diarios por vulneración de derechos de las personas con discapacidad en la Defensoría del Pueblo. El artículo 58 de la Ley Orgánica de Discapacidades establece que este grupo de atención prioritaria debe contar con accesibilidad “en toda obra pública y privada de acceso público, sea urbana o rural”.
El arquitecto Jhon Dunn considera que Guayaquil no está construido “acorde con las necesidades de todos sus habitantes”. La ciudad, según Dunn, ofrece tres estratos de espacio público: el periférico, el peri-central y la regeneración urbana. Cada uno de los sectores señalados tiene una particular limitación para aquellos con impedimentos. En el caso de la zona periférica, especialmente en el lado norte y noroeste, lo que destaca es la falta de pavimentación de calles y la total inexistencia de aceras. Mientras que en la peri-centro, por los criterios de antaño con que se construyeron las vías (algunas tienen 60 años de antigüedad), “no hay consideraciones para personas con discapacidades”.
En la zona regenerada, pese a existir normas y estándares, se mantienen las fallas de acceso en ciertos sectores. A la falta de seguridades en aceras y rampas se suma el incumplimiento de los contratistas municipales a la hora de garantizar el libre tránsito de los peatones cuando desarrollan una obra. La Autoridad de Tránsito Municipal (ATM) sancionó hace poco a 2 constructoras por afectar la movilidad regular en las avenidas Luis Noboa Naranjo y José Luis Tamayo, en Guayacanes, noreste de la ciudad. La entidad exhortó al uso de señalética para advertir acerca de los trabajos en las vías y los pasos seguros que existan para peatones.