Si bien el terrorismo ha existido siempre, en el siglo 21 tanto el número de los ataques como el de las víctimas han aumentado aceleradamente. En los últimos 15 años, los atentados terroristas han pasado de menos de 2 000 a casi 14 000. Y las víctimas mortales se han multiplicado por nueve.

Nuevamente se sintió el sabor amargo de las lágrimas que brotan por esa impotencia que produce ver la muerte de un ser inocente al que no le dieron la oportunidad de defenderse. 32 víctimas mortales y más de 300 heridos fue el saldo de dos sangrientos atentados perpetrados el pasado 22 de marzo en el concurrido aeropuerto de Zaventem y en una céntrica estación de metro en Bruselas, capital de Bélgica. De los 32 fallecidos, 17 son de origen belga y 15 pertenecen a otras nacionalidades.

El grupo terrorista Estado Islámico se atribuyó los ataques en un vídeo donde un yihadista lanzó mensajes amenazantes antes de ejecutar a una persona arrodillada al que define como «un espía de la coalición cruzada», según informaron varios medios de comunicación belgas. La grabación inicia con una advertencia en francés, donde se asegura que los atentados en Bruselas fueron «solo un anticipo». Posteriormente, aparece Hicham Chaib, originario de la ciudad belga de Amberes y que se unió a las filas de Estado Islámico en Siria, anunciando: «Este es un mensaje dirigido al pueblo belga, al gobierno belga, a Europa, al resto del mundo y a toda la coalición que combate contra Estado Islámico».

Ante ello, Bélgica activó el nivel de máxima alerta. Colegios, hospitales, museos,  transporte público y centros comerciales cerraron sus puertas o elevaron al máximo los niveles de vigilancia. Pero, ¿por qué los terroristas atacaron a la tranquila ciudad de Bruselas? Las respuestas pueden ser varias, pero una de las más sonadas hipótesis es que los yihadistas atacaron la capital belga como venganza por la captura de Salah Abdeslam, cerebro de los atentados terroristas del pasado 13 de noviembre en París, ya que los ataques se produjeron cuatro días después de su detención. Además, los dos escenarios elegidos para los atentados no fueron escogidos al azar. Al estarse celebrando la Semana Santa, miles de viajeros arribaban de distintas partes del mundo al aeropuerto de Zaventem, al igual que cerca de la estación de metro donde ocurrió el otro ataque se ubica junto al Parlamento europeo, por lo que los radicales consideraron que era el momento de hacer su movimiento.

Según las investigaciones, los atentados de Bruselas fueron perpetrados por al menos cinco terroristas, tres suicidas -dos en el aeropuerto y otro en el metro-, un cuarto que escapó y un quinto vinculado al ataque en el metro. Los tres terroristas de la terminal aérea se desplazaron a ese lugar a primera hora de la mañana en taxi desde el barrio bruselense de Schaerbeek con varias maletas llenas de explosivos, pero solo dos de ellos se inmolaron. El tercer terrorista escapó abandonando su bomba en un que contenía la mayor carga y que solo estalló debido a la inestabilidad de los explosivos una vez que estaban allí los servicios de desactivación.

Los dos suicidas del aeropuerto son Ibrahim al Bakraui y Najim Laachraoui. El hermano de Ibrahim, Jalid al Bakraui, fue el terrorista que se inmoló en el metro. El hombre que fue divulgado en fotografías por la policía,  que usa un gorro oscuro, permanece huido y sin identificar. Y aunque los medios belgas habían apuntado a que el huido del aeropuerto podía ser Fayçal Cheffou, detenido dos días después, la justicia lo dejó en libertad por falta de pruebas.

Pero los embates del terrorismo no solo azotaron a Bélgica, sino también a Pakistan. El país asiático fue víctima de un violento ataque que dejó como saldo 72 víctimas mortales, de las cuales 18 son mujeres y 17 niños. Además, se reportaron 359 heridos. El ataque se produjo el domingo 27 de marzo, cuando un terrorista suicida se hizo explotar en un parque público de la ciudad de Lahore.

“El alto número de víctimas se debe a que la explosión ocurrió cuando el parque estaba lleno familias pasando la tarde”, dijo a Efe el portavoz policial de Lahore Qaiser Abbas.

Añadió que entre los fallecidos había 10 cristianos, quienes eran el objetivo del ataque, según el grupo talibán Jamaat ul Ahrar, que reivindicó el atentado. Según la fuente, entre los 359 heridos, 49 de ellos son cristianos. Un portavoz policial afirmó que el sospechoso de cometer el atentado es un joven del sur de la provincia del Punjab, de la que Lahore es la capital, que fue profesor de un seminario durante ocho años en esa ciudad. Su documento de identidad fue encontrado quemado en el lugar del atentado. Según datos oficiales, el terrorista suicida detonó unos 20 kilogramos de explosivos mezclados con tornillos, lo que hizo que el efecto de la explosión fuese aún más letal.

Las cifras de fallecidos y heridos en estos dos atentados significan mucho más que una estadística del sangriento terrorismo. Cada vida perdida representa un paso en retroceso para nuestra civilización.