Tras 27 meses en el cargo, su gestión se ha visto atravesada por tres momentos clave: el acercamiento a los multilaterales, entre ellos el Fondo Monetario Internacional (FMI); la paralización de octubre pasado, tras la fallida eliminación de los subsidios de combustibles, y el inicio y estragos de la pandemia, que coincidió con la renegociación de la deuda.
Hoy Martínez dice sentirse satisfecho como funcionario público y como padre de familia de que el mundo haya vuelto a confiar y apoyar al Ecuador. Para el ministro, queda demostrado que la seriedad y el profesionalismo crean confianza y que “ser transparentes y responsables es un buen negocio”. La renegociación logró aliviar la carga de pagos a este y a las dos siguientes administraciones.
Sin embargo, reconoce que ha tenido momentos de agobio e incluso ha pensado en dar un paso al costado, sobre todo, cuando ha sentido que se está sacrificando a la familia. Aunque luego es la propia familia la que le da impulso para seguir.
Para Martínez, uno de los momentos más duros de su gestión es el de la pandemia. Fueron dos frentes en donde estaba toda la atención: el uno, la dura negociación con los tenedores, y otro, plantarle cara a una realidad desbaratada por el COVID-19. “No se puede descansar tranquilo sabiendo que muchos de los ecuatorianos están viviendo verdaderos dramas y por tanto hay que buscar alternativas para salir adelante entre todos”.
En esos días recibió fuertes críticas por haber pagado $341 millones de intereses en bonos y tras conocerse que cumplió con pagos para cubrir onerosas operaciones de crédito con Goldman Sachs y Credit Suisse.
El ministro Martínez se ha sentido dolido al mirarse a sí mismo remando en dirección contraria a la mezquindad política, “como ocurrió con el intento de golpe de Estado, en octubre del 2019”.
“A Richard Martínez desde el comienzo le tocó pagar la factura de la feria del correísmo”, dice Roberto Aspiazu, director ejecutivo del Consejo Empresarial Ecuatoriano (CEE) y amigo del ministro desde hace catorce años. Considera que cuando llegó Martínez al cargo, la inercia de una economía ahogada por el sobrendeudamiento ya le exigía un ajuste. Este se materializó con el acuerdo con el FMI.
Previamente Martínez diseñó el Plan de Prosperidad, la Ley de Fomento Productivo, consiguió respaldo de la comunidad internacional. Sin embargo, Aspiazu recuerda que para octubre del 2019 las discusiones sobre la ley tributaria ya se complicaron y el plan A de subir tres puntos al IVA se vio bloqueado por la Asamblea. Entonces se dio la otra vía para poder ahorrar recursos fiscales y era la eliminación de los subsidios a los combustibles. Al final del día, tras la protesta social, esto se constituyó en un revés importante para el Gobierno.
Asegura que el ministro ha cumplido bien su papel dentro de las circunstancias adversas. “A él le hubiera ido mejor con un Gobierno con un liderazgo más firme y sólido. El actual Gobierno, lamentablemente, tiene pecados capitales por provenir del correísmo y de Alianza PAIS, cuya administración económica ha causado tantos dolores de cabeza al país”, dice. Si se pudiera hacer una crítica constructiva es que hubo demora en anunciar el programa de ajuste.
Martínez llegó del mundo empresarial privado al público, pero no ha perdido su esencia. En ambos mundos se lo considera un gran trabajador, perfeccionista, pragmático, muy tecnológico y al que gusta el trabajo en equipo. Sin embargo, la intensidad del trabajo seguramente ha subido. Las primeras semanas en Finanzas, las jornadas se extendían desde las seis de la mañana hasta las once de la noche. En esos inicios tuvo comentarios de lo flaco y ojeroso que se veía.
En realidad, lo que pasó fue que unas semanas antes de asumir el cargo participó en la carrera de 42 kilómetros en la Patagonia, para lo cual tuvo un entrenamiento muy fuerte, por lo que bajó de peso. Esto combinado con las primeras semanas en Finanzas le generaron esa imagen.
Pese a las recurrentes críticas internas, la imagen del ministro fuera del país “es magnífica”, dice Augusto de la Torre, actual asesor del Consejo Económico del Gobierno que por sus relaciones con los multilaterales tiene constantemente contacto con gente de fuera. Para De la Torre, en parte, esto se debe al contraste existente entre un ministro profesional, ordenado, franco y que genera confianza, frente a los antecesores, caracterizados por posturas más políticas y menos técnicas.
Puertas adentro es distinto, pero considera que es normal ya que todo buen ministro de Economía no es muy querido, debido a que cuida el dinero y no le gusta gastar. En el caso del ministro Martínez le ha tocado administrar una economía muy complicada, sin liquidez.
De la Torre comenta desde su papel de asesor del Consejo Económico que el ministro, con una maestría en Economía, es una persona abierta a escuchar, que no tiene un ego que le estorbe, por lo que se puede dialogar.
Sobre las debilidades de su gestión, De la Torre considera que antes que debilidades propias están las institucionales. En el periodo anterior hubo una capacidad enorme de destrucción de la institucionalidad que será muy difícil reconstruir.
Alberto Acosta Burneo, editor de Análisis Semanal, también ve a la renegociación como el gran logro para Richard Martínez. Sin embargo, considera que las limitaciones políticas fruto de un régimen relativamente débil lo han inmovilizado para cumplir otras tantas tareas que eran indispensables. “Este Gobierno deja pendientes gigantescos como corregir los desequilibrios de competitividad y fiscales. El camino por recorrer es mucho más grande que lo que se ha avanzado”.
Martínez considera que el saneamiento de la economía y la renegociación de la deuda dibujan un mejor futuro para los ecuatorianos, pero advierte que el acuerdo no es un punto de llegada, sino un punto de partida. “Ahora, en estas nuevas condiciones y con la confianza y apoyo de la comunidad internacional, podemos pensar y diseñar un plan de recuperación económica”, asegura.
Nota Original: El Universo – LINK