La remontada épica del Bayern ante el Juventus puede ser interpretada, y de hecho ha empezado a serlo ya, según los comentarios que circulan en Alemania, como el regreso de las viejas virtudes alemanes, basadas en la entrega, al margen de una posible superioridad de los rivales.

«Todo lo que hemos anotado para hacer un análisis no sirve de nada», dijo Oliver Kahn al empezar su comentario para la Segunda Cadena de la Televisión Alemana (ZDF) al término del compromiso.

«Este partido solo puede explicarse a través de los genes y el ADN del Bayern», añadió el exportero, que en el pasado representó como pocos esos genes.

En cierta manera, puede decirse que el partido fue un enfrentamiento entre las viejas virtudes italianas -el refinamiento táctico hasta el extremo que acaso puede hacer pensar en el renacimiento y en Maquiavelo- y el culto alemán a la voluntad, propio del romanticismo del movimiento Sturm und Drang.

En el banquillo del Bayern Pep Guardiola -en medio de esa disputa entre el renacimiento italiano y el romanticismo alemán- representaba tal vez la ilustración, la fe en una utopía en la que la belleza y el resultado se reconcilian.

Guardiola, ante todo por lo que hizo en el Barcelona, le devolvió la esperanza a todos los utopistas del fútbol, que no se resignaban al viejo maquiavelismo italiano.

Salir eliminado de la Liga de Campeones, en su última temporada en el Bayern, justo ante un equipo italiano que durante más de una hora llevó el refinamiento táctico a la perfección, hubiera sido algo como derrumbar un monumento.

«El hombre era todo alivio», dice el «Süddeutsche Zeitung» para describir la impresión que daba Guardiola al final del drama de Münich.

«Sin embargo, el perfeccionista tiene que reconocer que esta vez su aporte al final feliz fue menor al habitual porque no fue un partido típico de Guardiola en donde todo se rige por un plan preciso y redondo», dice el diario.

No fue, según el diario de Múnich, un partido a lo Guardiola sino, más bien, un partido a lo Arturo Vidal, con lo que convierte el centrocampista chileno en símbolo de voluntad inquebrantable para oponerse al destino.

«Este partido de octavos de final queda en la memoria más como un logro de la voluntad que como un juego de estrategia. Fue un partido a lo Vidal», dice el diario.

El diario asegura que durante mucho tiempo el chileno, en la temporada que lleva en el Bayern, el chileno llego a parecer como un cuerpo extraño en medio de los rondos y la «tormenta de pases» que caracteriza el juego de los equipos de Guardiola.

Contra el Juventus, sin embargo, el Bayern necesitaba urgentemente a un jugador como él, con su mentalidad de perro de presa que «muerde a su víctima y sólo la suelta cuando se rinde».

Vidal, en uno que otro tumulto, en su obsesión por tratar de rematar desde cualquier parte, sacudió a un equipo que no encontraba la vía para llegar a la portería de un rival que había mostrado un planteamiento cercano a la perfección.

Los otros también siguieron insistiendo, una y otra vez, y estrellándose repetidamente contra una muralla blanca y negra.

«Después de ver el primer tiempo cualquiera hubiera podido decir que era imposible que le marcáramos un gol al Juventus pero al final le hicimos cuatro», dijo al final del partido el delantero Thomas Müller.

La insistencia trajo el descuento en el 73, en la primera ocasión del segundo tiempo, con el cabezazo de Robert Lewandowski a centro de Douglas Costa que reforzó la fe del equipo que siguió estrellándose contra la defensa italiana.

En el último minuto fue la hora de Vidal. El balón ya estaba perdido -el partido y la eliminatoria también parecían estarlo- pero Vidal no se rindió, apretó y le robó la pelota a Patrick Evra. Luego vino el pase a Kingsley Coman y el cabezazo de Müller que forzaba la prórroga.

El aporte de Guardiola había sido correr el riesgo de darle ingreso a Coman en el minuto 60 para sustituir a Xabi Alonso. El segundo cambio, ya en la prórroga, fue Thiago Alcántara por Franck Ribery, que también dio sus frutos.

Thiago marcó el tercero, Coman sentenció con el cuarto y el Bayern había logrado una remontada que parecía imposible. Los que creen en la estrategia y en la ilustración, dirán que Guardiola movió bien el banquillo.

Sin embargo, la prórroga no hubiera sido posible sin la fe inquebrantable de Vidal, un chileno que decidió comandar el renacer de las virtudes alemanas.