El ex jugador del Real Madrid fue el cerebro que dirigió el juego de su equipo durante más de una década, en la que logró su mayor éxito tras ganar la sexta Copa de Europa del club después de vencer en la final (2-1) al Partizan de Belgrado.
Aquel fue su mayor hito. La final disputada en el estadio de Heysel en 1966 representó la culminación de un centrocampista exquisito, amante del pase milimétrico, purista de la elegancia y con la suerte del principiante: en su primera temporada en el Real Madrid fue titular y ganó la Copa de Europa.
Velázquez llegó con buen pie a la entidad merengue en aquel lejano curso 1965/66. Admirador de Ferenc Puskas, muchas veces lamentó que algunos le acusaran de retirar al jugador húngaro, que coincidió con él en la temporada de su estreno. Su llegada, tal vez, aceleró la marcha de uno de los mejores jugadores de la historia del Real Madrid.
Antes de aquel estreno mágico, Velázquez, que nació en Madrid un 24 de enero de 1943, se formó en las categorías inferiores del club que le vio triunfar. En 1958 ingresó en el juvenil, donde jugó hasta la temporada 1961-62. Después, dio el paso al amateur madridista con el que fue campeón de España en 1962.
Tras dos cesiones consecutivas en el Rayo Vallecano y en el Málaga, entró en los planes del entrenador Miguel Muñoz, que poco a poco renovó a un equipo envejecido tras el paso de nombres imprescindibles en el Real Madrid con Alfredo Di Stéfano a la cabeza, líder de la generación que consiguió cinco Copas de Europa entre 1955 y 1960.
Velázquez fue una de las apuestas de Muñoz para un equipo en el que coincidió con José Martínez Pirri, Serena, Amancio Amaro, Manuel Sanchís, Ramón Grosso, Pedro de Felipe o Ignacio Zoco, que falleció el año pasado para dejar un vacío hoy más grande tras la desaparición de Velázquez.
Ese grupo de jóvenes, junto con Paco Gento y Emilio Santamaría, y la testimonial presencia de Puskas, lograron, con Velázquez a los mandos del juego, ganar la sexta Copa de Europa. Después de eliminar al Kilmanrock escocés, al Anderlecht belga y al Inter de Milán italiano, doblegaron al Partizán en la final y conquistaron un trofeo que no volvió a las vitrinas blancas hasta 1998.
Velázquez fue uno de los pilares de aquella generación y, aparte de ese trofeo, ganó seis Ligas y tres Copas de España, la actual Copa del Rey. Pero su fútbol, que tenía muchos admiradores, también tenía muchos detractores que le acusaron de ser un futbolista demasiado frío sobre el terreno de juego.
Por eso, el fichaje del alemán Günter Netzer, que deslumbró en la Eurocopa de 1972, aceleró su paulatina decadencia ante un competidor de renombre que fue desplazando a Velázquez. Aquella competencia generó debate entre el público que acudía al Bernabéu cada domingo a ver a su equipo. Netzer o Velázquez o, incluso los dos juntos, formaron parte de la tertulia de esas temporadas.
Poco a poco fue contando con menos minutos y, pese a la salida de Netzer del club en el curso 1975/76, una grave lesión en el curso siguiente acabó definitivamente con su carrera en el Real Madrid. Después, tras el pertinente partido homenaje que recibían entonces los grandes jugadores blancos, alargó su carrera en el Toronto Metros-Croatia de Canadá.
Allí dio sus últimas patadas a un balón como profesional tras 301 partidos de Liga, 44 de Copa, 30 de Copa de Europa, 13 de la Recopa y 2 de la Copa Intercontinental en los que marcó un total de 59 goles.
A lo largo de su carrera a Velázquez se le quedaron dos espinas clavadas: la primera, jugar más con la selección (sólo fue internacional diez veces) y disputar alguna gran competición con ella. Y, la segunda, la acusación de retirar a Puskas, algo que siempre le dolió.
«Lo digo muy alto: Puskas era mi ídolo futbolístico. Admiré a Di Stéfano y a Gento, dos estrellas superlativas, pero Pancho tenía algo especial. Como nací en la calle Víctor Andrés Belaunde, a escasos 300 metros del Bernabéu, confieso que varias veces hice novillos en clase para escaparme al estadio a ver entrenar a mis ídolos, pero sobre todo al señor Puskas. ¡Qué golazos!», recordó con el diario As en 2006 durante el funeral del húngaro.
«No admitiré que nadie diga que yo le arrebaté el 10 de la espalda cuando en 1966 me hice con la titularidad y Pancho se quedó fuera del once de la final de los ye-yés en Bruselas. A Puskas le retiró la edad, porque con casi 50 años y algo de tripita no se le podía exigir más. Pero hasta el final, siguió siendo un futbolista único», añadió entonces.
Ahora es Velázquez la persona que deja huérfana a una parte de la historia del Real Madrid. Su elegancia sobre el terreno de juego la trasladó a todos aquellos a los que admiró, con Puskas por encima de todos. Este viernes, el Real Madrid se despidió del timón de la generación Yé-yé, del cerebro de una década y de un hombre que siempre idolatró a Ferenc Puskas.