Según los expertos, la explosión registrada poco antes del mediodía del domingo fue la más violenta en 40 años. La erupción, que tomó por sorpresa a los residentes en la zona, levantó una enorme columna de humo y ceniza que cubrió varias poblaciones.
Hilda López no puede dejar de llorar. Se agarra el rostro con las manos. No sabe dónde quedaron su madre, su hermana y su cuñado.
“Estábamos en una fiesta, celebrando la llegada de un bebé, cuando una vecina nos llamó a gritos para que fuéramos a ver que la lava ya venía, no le creímos y cuando salimos a ver el lodo caliente ya venía bajando por la calle”, dijo López.
“Allá se quedó mi mamá, no pudo salir”, añadió la mujer, que vivía en la aldea de San Miguel Los Lotes, ubicada al sur de la capital, Ciudad de Guatemala.
En esa localidad, los rescatistas localizaron el domingo 18 cadáveres, explicó David de León, vocero de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED).
Según López, algo en su corazón le asegura que sus familiares están muertos. El flujo piroclástico, una mezcla de agua y lodo hirviendo que bajaba del volcán, y el humo tóxico que lo precedía eran letales, añadió. Ahora, junto a sus hijos y su esposo espera en un albergue a tener noticias de sus parientes.