El Papa presidió ayer el Via Crucis de Viernes Santo en el Coliseo romano y recordó a los cristianos perseguidos o a los refugiados pero clamó también contra quienes generan sufrimiento, como los curas pederastas o los terroristas.

Francisco, con una oración, hizo referencia al significado de la cruz que, en su opinión, es al mismo tiempo «símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio del amor y del extremo egoísmo por necedad de muerte».

De este modo, identificó en la cruz de Cristo a quienes sufren penurias y a quienes les prestan auxilio, pero también a los «doctores de la muerte» que generan guerras, violencia y toda clase de problemas en el mundo.

Identificó en el crucifico a «los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad», en alusión a los sacerdotes que abusan de menores.

Recordó a los cristianos «asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame», así como al «rostro de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras».

También mencionó a «los ancianos abandonados por sus propios familiares, a los discapacitados, a los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita».

O al «Mediterráneo y el Mar Egeo, convertidos en un insaciable cementerio, imagen -dijo- de nuestra conciencia insensible y anestesiada».

También criticó a «los fundamentalismos y el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia».

Clamó contra «los ladrones y corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad» y contra los «destructores de nuestra ‘casa común’, que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras».

También arremetió contra quienes quieren quitar el crucifijo de los lugares públicos y excluirle de la vida pública «en nombre de un cierto paganismo laico».

Y contra «los poderosos y los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos».

El Via Crucis, como ya es tradición, tuvo lugar en el Coliseo romano, símbolo de la represión de los primeros cristianos, y este año estuvo envuelto en fuertes medidas de seguridad debido a la amenaza terrorista en el continente europeo.

La cruz pasó por las catorce estaciones que narran la Pasión de Cristo, de su calvario a la muerte crucificado y el sepulcro, y fue portada en manos de enfermos, ancianos, familias y numerosos inmigrantes, algunos de ellos procedentes de Ecuador, Paraguay, Bolivia o México.