La ceremonia se llevó a cabo donde fue emplazada la escultura en su homenaje del artista mexicano Pedro Filiberto Ramírez Ponzanelli, en el centro de la Ciudad de México, y que fuera inaugurada en 2011 por el entonces Embajador del Ecuador en México, Galo Galarza, en presencia Rosa María Carrión, hija de la ilustre personalidad.
“Recordamos a Benjamín Carrión como un hombre humilde, respetuoso y sincero. Dicen quienes lo conocieron que fue jovial en el trato y de personalidad recia. Fue un gran intelectual con gran calidad humana. Por eso la patria no lo olvida como tampoco olvidamos su obra y legado”, afirmó en la conmemoración el embajador ecuatoriano Leonardo Arízaga.
Tras calificarlo de ‘Embajador por excelencia de la cultura ecuatoriana y gran amigo de México’, Arízaga citó sus palabras cuando dijo «Si no podemos, ni debemos ser una potencia política, económica, diplomática y menos -¡mucho menos! militar, seamos una gran potencia de la cultura, porque para eso nos autoriza y nos alienta nuestra historia».
El jefe de la misión diplomática en México recordó las aportaciones a la nación ecuatoriana de Benjamín Carrión, quien nació en Loja el 20 de abril de 1897 y murió en Quito el 9 de marzo de 1979.
Carrión, dijo, fue abogado, escritor, político, periodista, diplomático y promotor cultural y desempeñó importantes cargos y funciones públicas. Fue Ministro de Educación Pública, candidato a la Vicepresidencia de la República por la izquierda ecuatoriana y líder del partido Socialista.
El 13 de febrero de 1933, fue designado por el gobierno del Presidente Juan de Dios Martínez Mera, Ministro Plenipotenciario en México. A más de destacar en su labor diplomática, publicó en México el libro Atahualpa en 1934.
En 1968 recibió el premio “Benito Juárez”, otorgado por el Gobierno mexicano y en 1975 el Premio Nacional Eugenio Espejo, máximo galardón de la cultura en el Ecuador.
Autor de poemas como «Libertad y Civilización» (1914), «Romance antiguo», «Mariana» y otros, y colaboró en diversos periódicos y revistas ecuatorianos y extranjeros. Junto a Alfredo Pareja Diezcanseco fundó el diario El Sol, de Quito, del que fue director general en 1950. Hizo crítica de arte en ensayos y escribió obras como El desencanto de Miguel García (1929, novela de costumbres políticas ecuatorianas, que más tarde él mismo calificaría como «pecadillo de juventud»), Mapa de América (1931), Atahualpa (México 1934, su obra maestra, traducida al inglés y al francés; Índice de la poesía ecuatoriana contemporánea (1937), Cartas al Ecuador (1941-43), El nuevo relato ecuatoriano (1951) , Puerto Rico, un pueblo manos a la obra (1952), San Miguel de Unamuno (1954), Santa Gabriela Mistral (1956), Nuevas cartas al Ecuador (1958), García Moreno, el santo del patíbulo (1959), El pensamiento vivo de Montalvo (1961), Por qué Jesús no vuelve (1963), El Comprendedor y Montalvo (1966), El cuento de la Patria (1967), Raíz y camino de nuestra cultura (1970) y Plan de Ecuador (1977). Como obras póstumas fueron editadas El libro de los Prólogos y América dada al diablo (1981). Algunos de los galardones con los que fue reconocida su labor fueron la condecoración al Mérito Docente, otorgada por la Universidad Central en sus 25 años de labores; el premio «Benito Juárez» de México en 1968 y el premio de cultura «Eugenio Espejo» (Quito 1975).
A él se le atribuye entre sus legados más importantes la fundación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en 1944, la que presidió y que hoy lleva su nombre.
El embajador Leonardo Arízaga citó las palabras de Carrión cuando dijo: «Si no podemos, ni debemos ser una potencia política, económica, diplomática y menos -¡mucho menos! militar, seamos una gran potencia de la cultura, porque para eso nos autoriza y nos alienta nuestra historia».