“El primer objetivo que permitió la reforma es permitir el acceso universal a la salud, eliminando toda brecha de desigualdad”, señaló Levín, en entrevista con Andes.
Indicó que este fue “uno de los focos en los que se orientó la reforma” y redundó en el mejoramiento de indicadores, como la reducción de la mortalidad infantil, estimada en 7 por cada mil nacidos vivos y que llegó a ser de 12/1000. Además, se registra el aumento de las expectativas de vida de sus ciudadanos.
A ello se suma el incremento de la inversión del Estado en salud, que oscilaba tradicionalmente entre un 9 y un 12% del Producto Interno Bruto (PIB), y actualmente es entre un 11 y un 12%. “Tenemos un gasto importante, lo que ha cambiado es la distribución, esa es una de las consecuencias directas que ha tenido la reforma del sistema de salud”, acotó.
Describió que el sistema de salud uruguayo estaba fragmentado, con un área pública y una privada con efectores que alguna manera jugaban libremente en el mercado a la ley de la oferta de la demanda, por lo que solo tenían la mejor cobertura aquellos que contaban con posibilidad económica.
“Sin perder una mirada crítica de aquellas cosas que funcionan mal, o que no funcionan o que se han hecho mal, digamos de que el Uruguay cambió en términos de asistencia a la salud”, apuntó.
Para el catedrático fue determinante para propiciar la transformación del sector que al llegar al gobierno en 2005 el FA tuviera concebida una reforma de salud que posteriormente fue aprobada. Además, que esta se cumpliera punto por punto, y también la estabilidad política, por tres períodos de mandato. “Hubo dos reformas madres, una es la reforma tributaria que también tuvo un componente redistributivo del ingreso en el país muy importante, y la otra es la reforma del sistema de salud”, apuntó.
Uno de los ejes fundamentales fue la creación de un Fondo Nacional de Salud, vinculado, además, con otra de las reformas madres que caracterizaron el primer gobierno del FA que fue la tributaria. Este Fondo Nacional de Salud por el cual se financian las instituciones públicas y las instituciones privadas, es administrado por la Junta Nacional de Salud, que integran representantes del sector público, el privado y de los usuarios.
Eso, aclaró, cambia sustancialmente el esquema anterior que la gente se pagaba el servicio de salud que podía pagar, y en la actualidad los ciudadanos optan por los prestadores de servicios, tanto del subsector público como del subsector privado. El paciente opta por uno de estos y el Estado dirige el monto al prestador. “Lo que la persona elige es una cobertura integral, no es una prestación básica, es una cobertura integral en todos los aspectos vinculados con sus necesidades de asistencia en la salud”, explicó.
Por otra parte, apuntó, el modelo de atención está en transición y apunta a un paradigma de desarrollo del primer nivel de atención. “Las instituciones públicas y privadas están obligadas a cumplir con desarrollar el primer nivel de atención, tanto desde el punto de vista de los recursos humanos que disponen para ese nivel como en la distribución geográfica de los servicios de salud, o sea que la gente tenga que tener la menor necesidad de trasladarse para tener una atención médica”, precisó.
En su opinión, este es un proceso que lleva relativamente pocos años, pero sin dudas es de «las transformaciones más importantes que sufrió el país en el área de la salud en lo que va desde la segunda mitad del siglo XX hasta este momento”.
Expuso que persisten algunos problemas en cuanto a la accesibilidad de colectivos sociales que es muy difícil resolver por distintos motivos, y ese es uno de los desafíos. “No obstante, se ha avanzado porque la reforma hoy cubre al 100% de la población (en términos de servicios de salud); eso 10 años atrás cubría un 60% de esa población”, aseguró.
Consideró que otro reto es que para poder ser más eficiente la reforma se precisa un rol de rectoría y de supervisión “que todavía no ha llegado a un nivel deseable”, y sobre lo cual los expertos debaten sobre los futuros escenarios en este campo de la salud, tan complejo en la medida en que hay muchos actores sociales implicados.
(*) Rodolfo Levín, 59 años, sociólogo; Máster en sociología; posee una experiencia de 30 años en el sector salud de Uruguay, donde ha ocupado diversos cargos y desempeña su área de investigación en los últimos 20 años. Ejerce la docencia y la investigación en la Universidad de la República.