Sumido en una imparable tercera ola desde el descubrimiento en el sur de Inglaterra de esta mutación del virus, entre 30 % y 70 % más contagiosa según científicos británicos, el Gobierno ha sido muy criticado desde el principio de la pandemia por sus políticas erráticas.
Tardó en suministrar material de protección suficiente al personal sanitario, dudó en imponer a la población el uso de mascarillas —que siguen sin ser obligatorias en el exterior—, se resistió a aplicar confinamientos y a controlar viajes internacionales.
Ahora, pese a que desde hace semanas todo el país está confinado por tercera vez, con las escuelas cerradas, no cesa de batir récords de muertos y los hospitales siguen superados por al aumento de pacientes graves.
En las últimas 24 horas se registraron 1.631 nuevas muertes confirmadas por COVID-19, lo que lleva el balance total a 100.162 fallecidos, según cifras oficiales.
“Es difícil calcular la pena contenida en esa sombría estadística: años de vida perdidos, reuniones familiares a las que no se ha asistido y, para tantos familiares, la oportunidad perdida hasta de decir adiós”, dijo Johnson.
El director médico de Inglaterra, Chris Whitty, advirtió que “la mortalidad empezará a descender lentamente en las próximas dos semanas” y dijo que probablemente se mantenga estable durante un tiempo.
Para intentar superar la crisis, el gobierno británico centra ahora su estrategia en su masiva campaña de vacunación iniciada el 8 de diciembre. Desde entonces ha inoculado a 6,8 millones de personas con las vacunas desarrolladas por Pfizer/BioNTech y AstraZeneca/Oxford y tiene el objetivo de sumar 15 millones a mediados de febrero: todos los mayores de 70 años, personal sanitario y personas con problemas graves de salud.
Pero este ritmo podría verse amenazado por los retrasos en las entregas de las próximas dosis.
Nota Original: El Universo – LINK