«Dilma, guerrera de la patria brasileña», coreaban los cerca de 3.000 militantes del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y de movimientos sociales concentrados frente a la Presidencia y a quienes Rousseff se unió después de abandonar el Palacio de Planalto.
La mandataria evitó salir del Palacio por la rampa que habitualmente utilizan los presidentes que entregan el cargo para dejar claro que, como lo dijo en un pronunciamiento previo, seguirá luchando por volver a la jefatura del Estado.
Arropada por algunos de sus más estrechos ministros y colaboradores, entre ellos el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, Rousseff se acercó a saludar a sus simpatizantes, en su gran mayoría vestidos de rojo, el color que identifica al PT.
A diferencia de la presidenta, que solo durante unos minutos dejó traslucir su tristeza, Lula, su mentor y padrino político, no pudo esconder su abatimiento y se mantuvo en un largo silencio y en un discreto segundo plano.
Antes de despedirse de sus seguidores, Rousseff insistió en calificar como un golpe el proceso que la suspendió del cargo y agradeció el apoyo de los movimientos sociales, de los sindicatos y de los grupos populares.
«Un abrazo y un besos para ustedes», gritó ante sus entusiastas seguidores, que respondieron con coros a favor de Rousseff y Lula y contra lo que calificaron como «golpe» de Estado en Brasil.
La mandataria reconoció que la presencia de los militantes le ayudó a superar un «día muy triste» para ella y para la democracia brasileña.
«La tristeza es por vivir una hora negra para el país. La joven democracia brasileña está siendo objeto de un golpe. Y llamo ese proceso de golpe porque el impeachment (juicio destituyente) sin un crimen de responsabilidad que lo justifique es un golpe», afirmó.
«Yo no cometí crimen de responsabilidad y estoy siendo víctima de una gran injusticia», agregó.
Rousseff atribuyó el proceso a los partidos derrotados en las elecciones de 2014 que, dijo, optaron por llegar al poder «por la fuerza» tras fracasar en las urnas.
Advirtió que con la decisión del Senado, está en juego la democracia brasileña y las conquistas sociales alcanzadas por Brasil desde que el PT asumió el poder hace trece años, primero con Lula y después con ella.
El gobierno interino presidido por Michel Temer, denunció, no solo intentará eliminar o reducir las políticas sociales impulsadas por el PT sino también reprimir a los movimientos sociales que defienden mejorías para la población.
«Mi gobierno jamás reprimió movimientos sociales, jamás reprimió manifestaciones políticas, incluso las realizadas contra mí. Ahora corremos el riesgo, con un gobierno ilegítimo, que, como otros gobiernos de ese tipo, caiga en la tentación de reprimir las protestas, de reprimir las reivindicaciones», afirmó.
Antes de reunirse con sus seguidores, Rousseff recibió la notificación en que se le comunica que el Senado ha decidido someterla a un juicio político con miras a su destitución y que ha quedado oficialmente suspendida de su cargo.
El mismo senador que le entregó la notificación, Vicentinho Alves, entregó otro poco después al vicepresidente Michel Temer para informarle de que debía asumir interinamente la Presidencia mientras se realiza el juicio político o por un plazo de 180 días.