Del muro visible al invisible, una serie de políticas inamistosas han aumentado la incertidumbre de los mexicanos en busca de su «sueño americano».
Víctor, un diseñador angustiado
Cuando el reloj marcó las diez de la noche, Víctor Navares volvió a su hogar en Ensenada, una ciudad fronteriza mexicana, tras un largo día rutinario en EEUU. Pese a la fatiga, todavía no es tiempo ni de reposo ni de recreo.
«¿Qué sucederá si (Trump) prohíbe entrar a todos los mexicanos?» preguntó Víctor con cierta angustia al mencionar las noticias de actualidad.
El 25 de enero, Trump firmó una orden ejecutiva para construir el muro que cubra la frontera común de 3.200 kilómetros entre los dos países, pero insistió en que los mexicanos paguen su coste, lo que provocó una serie de manifestaciones en más de una veintena de ciudades mexicanas.
Antes de que haya empezado la construcción del muro, Víctor ya nota un ambiente diferente. Los agentes de inmigración parecen más estrictos y prudentes en momento de revisar los documentos y lanzar las preguntas largas y repetitivas.
Después de dos horas de camino, este diseñador mexicano llega a su oficina estadounidense.
Víctor asume un cargo administrativo de nivel intermedio, algo que no ha sido fácil de conseguir para él. Mirando hacia el futuro de su posible desarrollo personal, él no quiere que la política de Trump cambie su vida.
Como muchos de los mexicanos trasladados a EEUU, Víctor se abraza a la ilusión de un ambiente de igualdad, pero al final se va resignando a las desigualdades de la realidad.
Trump anunció que pretende «proteger» los empleos de su país, pero las desigualdades laborales son cada vez más amplias.
Una estadística de la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo de Estados Unidos (EEOC, siglas en inglés) reveló que, en el sector privado, un 85,99 % de los ejecutivos y directores de alto nivel son blancos. En comparación, los hispanos y afroamericanos solo ocupan un 4,6 % y un 3,2 % de este tipo de empleos, respectivamente.
Otro informe del Instituto Urbano indicó que la brecha entre ricos y pobres de distintas razas se está expandiendo en EEUU. «El sueño americano sigue fuera del alcance de muchas familias afroamericanas e hispanas», según el documento.
Frente a la xenofobia y el racismo provocado por estos muros visibles e invisibles, ¿se verá empañado el sueño americano de Víctor?
Yami, una estudiante preocupada
Igual que Víctor, Yami Ponce, estudiante de 17 años, recorre a diario su propio camino hacia el otro lado de la frontera, llevando una vida entre dos ciudades.
En plena madrugada, Yami sale de su pequeño apartamento en Tijuana, México, para empezar su vida en San Diego, Estados Unidos, donde tiene muchos amigos y realiza la mayor parte de sus actividades cotidianas.
Al entrar en su casa, se pueden leer palabras de motivación como «Agradecimiento», «Felicidad» y «Sueños» colgadas en la pared. Sin embargo, los últimos sucesos la han entristecido.
«¡Vuélvete a México!», es uno de los insultos comunes proferidos por racistas estadounidenses hacia algunos inmigrantes mexicanos desde que Trump ganara las elecciones presidenciales e incitara los sentimientos xenófobos a través de las redes sociales. Algunas veces los insultos se escalaron hasta casos de altercados físicos.
Al principio, Yami temía ser blanco de estas prácticas. Por fortuna, algunos de compañeros estadounidenses de clase manifestaron que entienden los problemas a los que se están enfrentando los inmigrantes o sus descendientes. «Son pobres, EEUU debe ofrecerles las ayudas necesarias», dicen algunos, mientras que otros añaden que «nuestros antepasados tampoco son estadounidenses».
El 12 de febrero, miles de manifestantes, procedentes de 24 ciudades de 15 estados mexicanos, marcharon por las calles para protestar contra las políticas migratorias y comerciales del nuevo presidente estadounidense.
«No todos los mexicanos cometen delitos. Con un mero muro, no se puede solucionar ningún problema», enfatizó Yami, quien aparenta ser más madura de lo que es debido a sus experiencias. Para ella es más importante «echar una mano a quien lo necesite», dijo.
Esta creencia la motiva a finalizar sus estudios. Al terminar sus clases, Yami participa con su madre en un voluntariado en Tijuana, para ayudar a los inmigrantes que ya han sido deportados desde EEUU.
Yami no deja de soñar con estudiar derecho en una universidad prestigiosa, para poder proporcionar consultas útiles a quien lo necesite.
«Ojalá el muro no afecte a mi vida y a mis estudios», afirma Yami preocupada, esperando poder realizar su sueño americano en el futuro.
Vicent, un dependiente confundido
«¿El muro, de verdad lo van a construir? Con eso no pueden cambiar nada», opinó Vincent, quien solo reveló su nombre de pila. «Los mexicanos vienen a hacer compras y a ganar dinero. ¿Un muro se lo va a impedir?» dudó.
Vincent inmigró a EEUU hace años y se estableció en El Centro, un pueblo fronterizo en California, Estados Unidos. Trabaja actualmente en el supermercado Walmart y se dedica a reparar máquinas de aire acondicionado en su tiempo libre.
«A muchos mexicanos no nos apetece vivir en EEUU para siempre. EEUU es más un sitio para ganar dinero y México es el lugar donde se gasta», respondió Vincent.
En 2016, las familias mexicanas recibieron cerca de 26.970 millones de dólares a través de remesas, según una estadística del Banco Central de México, convirtiéndose en la segunda fuente de ingresos extranjeros del país.
Sin embargo, Trump amenazó en un memorando con retener todo el dinero que los inmigrantes mexicanos mandan a su país si el gobierno mexicano no asume el coste del muro, lo cual afectaría a millones de familias.
Además, Trump pretende gravar un impuesto de un 20 % a las importaciones procedentes del país vecino. Como consecuencia, algunos comerciantes minoristas estadounidenses protestaron al temer que tal impuesto les obligue a subir el precio a los consumidores, disminuyendo a su vez las ganancias generadas.
«Es muy ridículo elevar los aranceles como un castigo contra México, que daña a todas las partes», afirmó Leo Poldo, gerente en un restaurante italiano en El Centro, quien agregó que «de esta manera la puerta por donde EEUU se comunica con México, América Central y del Sur va a cerrar».