Como parte de un acuerdo de los presidente de ambos países, la reapertura se desarrolla de forma ordenada, controlada y gradual. El paso peatonal fue restituido entre las 6 de la mañana y las 9 de la noche, hora de Venezuela y se está a la espera de que se normalice también el tránsito vehicular.
No había amanecido y ya cientos de personas se encontraban en filas cerca del Puente Internacional Simón Bolívar para cruzar hacia Colombia.
Querían ser los primeros en cruzar el paso luego de que este permaneciera cerrado por casi un año. A las seis en punto se abrió el paso y la algarabía se hizo sentir.
El flujo fue masivo hacia Colombia y muy tímido en sentido contrario. Llenar una tarjeta fronteriza fue el requisito fundamental para cruzar.
Hubo un poco de lentitud al principio, por la multitudinaria convocatoria, pero fue mejorando con el paso de las horas. A los venezolanos se les permitió pasar con cédula o pasaporte.
«La idea es que el flujo de acuerdo con la voluntad de nuestros presidentes, sea un flujo cada vez más efectivo, muy tranquilo, muy seguro», dijo Gustavo Moreno, delegado presidencial para el Dispositivo de Seguridad de Colombia.
Hubo fiesta en la frontera
Esta fue una jornada festiva para muchos como Luis Enrique Blanco, quien no dejó pasar la primera jornada de reapertura fronteriza para reencontrarse con su familia, de quien permanecía separado desde hace un año tras el bloqueo en el límite internacional.
Blanco, un pulidor, recordó con pesar la deportación de colombianos ilegales de territorio venezolano. Más de 10 mil dejaron Venezuela.
Para la mayoría de los venezolanos, el objetivo principal fue realizar compras.
Por ello, llegaron cargados con maletas, morrales y hasta carritos de mercado. Bastaba con cruzar el puente, cinco minutos caminando, para dejar atrás la escasez y encontrarse con la variedad y la abundancia.
Al ingresar a un supermercado, muchos venezolanos confesaron tener una mezcla de sentimientos: alegría si, pero también tristeza.
Carmen Navarro, una ama de casa, aseguró que no recordaba desde cuándo no veía un supermercado surtido con una extensa variedad de productos. Hasta tomó fotos dentro del que visitó.
Enrique González, un educador jubilado, dijo que se sentía confundido con la cantidad de marcas disponibles de lado colombiano.
En Venezuela, para comprar un paquete de harina de maíz, la que se utiliza para preparar las tradicionales arepas, las personas deben sumarse a largas filas en las afueras de los supermercados. En Cúcuta, Colombia, a donde acudieron cientos de venezolanos a realizar sus compras, la tienen al alcance de la mano.
¿Y el precio?, seis veces por encima del precio regulado en Venezuela, pero la mitad de lo que se consigue en el mercado paralelo.
En el caso de las medicinas, son mucho más costosas; sin embargo, para quienes tienen problemas de salud bien vale la pena pagar.
Y no faltaron quienes aprovecharon el viaje para traer otro tipo de enseres que no son básicos, pero sí necesarios como neumáticos para sus vehículos, también escasos en tierra venezolana.
Las maletas llegaron vacías y salieron llenas, un alivio aunque no una solución definitiva para las familias venezolanas que afrontan una aguda crisis económica.