Rosita recuerda como hace 3 años, un médico legista determinó que su hija, para entonces de 7 años de edad, fue violada por el hijo de la nueva esposa su padre.
La menor vivía con su abuela, y luego de que esta falleció por COVID-19, fue su padre quien tomó su custodia durante aproximadamente un año y medio.
En la misma casa, la presunta víctima vivía con la nueva pareja de su padre, su hijastro que para entonces tenía 20 años, una menor de 15 y un bebé. La niña compartía piso con el mayor de los hijos, quien posteriormente se convirtió en el presunto agresor.
En su relato, la menor mencionó haber sido abusada durante casi todas las noches. Indicó que el hijo de la pareja de su padre la violentaba, e incluso la amenazaba con atentar contra su vida y la de su madre, en caso de revelar esta situación.
De acuerdo con Rosita, en el testimonio de la niña se señaló que, tanto su padre como su madrastra conocían de las agresiones, sin embargo, nunca la ayudaron.
La menor también aseguró haber sido golpeada e insultada por parte de su padre algo que, posteriormente, le permitió a Rosita recuperar la custodia de su hija. «Le decía bruta y tonta», afirmó.
Para Rosita, la complicación del caso recae en dos factores: la defensa del padre de la víctima al presunto agresor de su propia hija y las «influencias» del padre del supuesto violador, al ser teniente coronel del Ejército.
Por ello, según Rosita, la familia del presunto agresor han llegado a incluso señalarla de violentar a su hija, en la búsqueda de justicia.
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