Tras los daños en el centro médico Napoleón Dávila, el dueño de este negocio prestó las instalaciones donde se montaron camas y espacios para los médicos.

Freddy Edgberto Mendoza estaba ultimando detalles para estrenar una sala de velación de primer nivel en su funeraria Jesús de Nazareth. Ya la tenía con aclimatación para la zona y unas luces de color lila que alumbran la plataforma en la que debería ir el cofre mortuorio. “Solo le faltaban las butacas”, dijo este emprendedor. Pero el lugar fue inaugurado intempestivamente la semana anterior, para dar el servicio para el que fue planeado, es decir un espacio para despedir a los difuntos. Contrario a esto y debido a la emergencia por el terremoto, se instalaron 21 camas del hospital Napoleón Dávila Córdova de Chone, con el objetivo de atender a personas heridas.

El centro de salud quedó inutilizable tras el sismo. Varias paredes se cayeron y hay escombros en todos los pisos. “Es una zona de riesgo”, sostiene Federico Janén, uno de los voceros del hospital, que tiene 18 años en funcionamiento. La sala de velación pasó a ser el área de hospitalización, en la que hay especialidades como pediatría, medicina interna, cirugía. El lugar está lleno, con médicos y enfermeras caminando de una cama a otra. En el centro hay un escritorio, en el que los doctores vigilan que no haya contratiempos. “Siempre me ha gustado ayudar. Cuando supe que el hospital necesitaba un espacio, no dudé en poner a disposición mi funeraria”, manifestó Mendoza. Añadió:

“Dios me dejó como bendición este lugar y no me lo tumbó, ahora lo pongo al servicio de todos”. Su negocio, la funeraria Jesús de Nazaret, tiene 40 años en funcionamiento. Tras el devastador movimiento telúrico, “es como si me hubiera olvidado de que tenía ese espacio”. “Primero lo puse a disposición como albergue y ahora como hospital. Si me pagan un dinerito que me deben, acondiciono otro sitio en la parte frontal y entrarían otras camas”, precisó. Además de los 21 catres que están en la funeraria, hay 32 en la plaza cívica Elio Santos Macay. En esta parte se instalaron las áreas de emergencia, ambulatoria, entre otras. Del mismo modo, al interior de carpas especiales se han realizado 9 cirugías. Además se registran 22 nacimientos, 14 de estos por cesárea. Diariamente la atención es de 158 pacientes, en promedio.

En los primeros días tras el sismo, las carpas estaban en el parqueadero del hospital, pero ante el peligro de que la infraestructura se derrumbe, los pacientes fueron movidos a la funeraria y a la plaza cívica. Por guardia (4 a la semana) hay 13 médicos residentes, así como especialistas para todas las áreas: ginecología, traumatología, cardiología, gastroenterología, entre otras. Gloria Aisplúa asegura que la atención en el hospital “es muy buena, hasta ha mejorado, creo yo, a pesar de estar en carpas. Todos están muy comprometidos”. Su hijo de 4 años, Jeremías Moreira, está internado en la funeraria con un cuadro de rotavirus.

El día del terremoto, 80 pacientes y 8 neonatos fueron evacuados de la casa de salud. “Hay que aplaudir el accionar de los médicos de guardia. El edificio parecía que se caía y todos estuvieron allí -sin importarles sus vidas- para sacar a los pacientes”, expresó Janén. Fabián Montenegro, del equipo de estadísticas del hospital, destacó que la colaboración interinstitucional ha sido vital para tener a los pacientes bien atendidos. Las carpas utilizadas como quirófanos son del Ejército ecuatoriano. Están equipadas para este tipo de situaciones emergentes. Las autoridades analizan las opciones para mejorar las condiciones de los pacientes hasta que se reacondicione otro lugar para el hospital, cuya infraestructura deberá ser demolida.