Según una nota de prensa, el devastador impacto del sismo de 7,8 grados de magnitud en la escala de Richter representa un gran desafío en el país sudamericano, donde el temblor del 16 de abril dejó más de 650 muertos, sistemas de agua potable destruidos y daños en 33 centros de salud.
«En una región con estadísticas que muestran a uno de cada cinco niños sufriendo diarrea y malnutrición, urge una atención especial a los recién nacidos», precisó el coordinador de Unicef en Ecuador, Grant Leaity. A propósito del terremoto, el Fondo también advirtió sobre el impacto en la educación, con la destrucción de 560 escuelas.
La respuesta liderada por el Gobierno permitió el retorno a clases del 75 por ciento de los menores de edad, pero unos 120 mil siguen necesitados de un espacio temporal para la educación, precisó la agencia especializada de la ONU.
En ese sentido, destacó medidas como la instalación de áreas para la enseñanza y la distribución de medios escolares para miles de niños en Pedernales y Jama, y los planes de extenderlas a otras zonas afectadas, entre ellas Matal, Chorrera y Muisne.
Más temprano, el secretario general adjunto de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, Stephen O’ Brien, reconoció el trabajo de las autoridades ecuatorianas a un mes del sismo, e instó a la comunidad internacional a mantener la ayuda. O’ Brien lamentó la falta de financiamiento para la ayuda solicitada el 22 de abril, cubierta en apenas un 15 por ciento.