En un Centro Binacional de Atención Fronteriza (CEBAF) en Tumbes, situado en medio de campos de banano en el límite entre Ecuador y Perú, una avalancha de venezolanos llegó en las horas previas a que comience a regir la obligación de que presenten pasaporte para entrar a territorio peruano en busca de una vida mejor. La gran mayoría son jóvenes, algunos con sus hijos.
Muchos llevaban casi 20 días caminando, viajando en precarios buses rurales o pidiendo la «cola» (como llaman los venezolanos a ‘hacer dedo’ o solicitar un ‘aventón’), tras dejar su otrora próspero país petrolero sumido ahora en una aguda crisis.
«Vine para acá ‘mochilando’ por Colombia y Ecuador como todos los venezolanos», contó a la AFP Edgar Torres, profesor de educación física de 22 años de Caracas, quien estaba feliz de haber llegado antes del endurecimiento migratorio.
Al igual que casi todos sus compañeros de travesía, no tenía pasaporte ni un centavo en el bolsillo.