En tiempos de pandemia, la pérdida de empleo afecta en mayor medida a los jóvenes. De las 270 638 desafiliaciones que registra el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), entre marzo y junio, el 40% correspondió a afiliados entre los 21 y 30 años de edad.
Este grupo suma 108 263 desafiliaciones desde que empezó el estado de excepción en el país, el pasado 17 de marzo. Luego de ellos, las personas de entre 31 y 40 años de edad son las que más han salido del Seguro Social (65 936).
Los recortes de personal en las empresas, la falta de nuevas plazas de empleo y la quiebra de negocios incidieron para que más población joven se quedara sin trabajo.
Nicole Nieto, de 25 años, dejó de aportar al IESS a partir de abril, tras ser cesada de una empresa proveedora de insumos camaroneros. Estuvo en el área contable desde el 2018.
Cuenta que sus empleadores tuvieron problemas de liquidez que se profundizaron con la paralización de actividades. Aquello derivó en la desvinculación de varios trabajadores.
Frente a un mercado laboral con más demanda de empleo que ofertas de contratación, Nicole optó por vender postres a domicilio a través de redes sociales.
Con eso trata de solventar sus gastos personales mientras espera el pago de su liquidación y encuentra un nuevo trabajo formal. “El emprendimiento es mi salvavidas. Es la primera vez, luego de ocho años, que dejaré de aportar. Mis ingresos no me permiten afiliarme voluntariamente”, narra Nicole, quien vive en Machala.
En el caso de Martha (quien no quiso dar su apellido), de 30 años, en mayo le notificaron su salida de la función pública. Los últimos cinco años fue parte del departamento de comunicación de una institución.
La disposición la tomó por sorpresa, en medio de una compleja situación económica, ya que los últimos meses no recibió su remuneración a tiempo y paga un crédito.
Al igual que Nicole, Martha recurrió a las redes sociales como medio para promocionarse y generar ingresos. Ofrece servicios de ‘community manager’ para pequeños emprendimientos; pero como el negocio aún no despega, también vende diversos productos.
“Todos los días envío hojas de vida a los anuncios que encuentro, pero hasta ahora no me llama nadie. La situación a veces desespera”, lamenta Martha, quien vive en Quito.
En Ecuador, la demanda laboral ha venido disminuyendo para este segmento, debido a los recursos que deben invertir las empresas para desarrollar a la gente joven.
A esto se suma la crisis que han vivido algunos sectores, particularmente como el turismo y el comercio, que reclutan a menudo jóvenes.
Es la reflexión de Claudia Vásquez, gerenta de Consultoría de Deloitte, quien señala que ha existido cierto sesgo en la contratación de jóvenes, ya que buscan personas con más experiencia sobre todo para ciertos cargos.
Las empresas buscan talentos que combinen el potencial de aprendizaje y el desarrollo, además de contar con una base de conocimientos específicos según las necesidades de la industria, dice.
En el mundo, el covid-19 provocó una afectación “desproporcionada” en los jóvenes, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).Uno de cada seis menores de 29 años, está sin empleo.
Quienes conservaron sus puestos tuvieron una reducción promedio del 23% de su jornada. “La pandemia inflige un triple impacto en los jóvenes. No solo destruye sus empleos, sino también su educación y formación”, dice el informe, de finales de mayo del 2020.
El documento agrega que la emergencia coloca grandes obstáculos en el camino para quienes buscan trabajo o quieren cambiar de empleo.
Antes de la coyuntura por la emergencia sanitaria, el empleo juvenil en el país ya encaraba una difícil encrucijada por la disminución del trabajo formal público y privado.
Hasta diciembre del 2019, el 37,6% de la población desempleada lo constituían personas entre 15 y 24 años; mientras tanto, quienes tienen entre 25 y 34 años representaban el 29,6%, de acuerdo con los últimos datos disponibles en el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Ante la nueva realidad nacional, con proyecciones de una lenta recuperación económica, emprender negocios propios se convierte en un camino más probable para los jóvenes.
Al respecto, Eddy Troya, analista de talento humano, anota tres aspectos que se deben considerar para embarcarse en emprendimientos: conocer las competencias personales y capacidad de resiliencia; tener una visión aterrizada de lo que demanda el mercado; y potenciar las habilidades en el manejo de herramientas digitales.
Fuente: El Comercio – Nota Original : LINK