Melissa Chávez se quedó sin trabajo en abril del 2020. Para solventar sus gastos, la joven usó sus dos tarjetas de crédito. Con avances pagó el arriendo, la comida y la matrícula de su hijo de 7 años.
Las necesidades fueron grandes y hasta sobrepasó el cupo de sus tarjetas. Las mensualidades se volvieron impagables, al punto de que no alcanzaba a cancelar ni siquiera los mínimos.
La joven, de 32 años, no supo que estaba sobregirada hasta que intentó acceder al diferimiento que otorgan los bancos por la pandemia del covid-19. Para poder refinanciar y continuar haciendo uso de una de sus tarjetas tenía que cancelar el excedente que, para ese entonces, llegaba a USD 1 980.
El sobregiro es un incremento del cupo preaprobado para el cliente y se activa cuando este realiza un pago superior al saldo disponible.
Esta práctica en las tarjetas de crédito no es una figura que existe en la legislación ecuatoriana, por lo que la ampliación del cupo depende de las políticas de cada banco, aclaró la Asociación de Bancos Privados del Ecuador (Asobanca).
Por esa razón, según el gremio, en algunos bancos se genera de forma automática. Si se recurre con mucha frecuencia a esta práctica, el usuario puede llegar a tener una afectación en su historial crediticio, dijo Asobanca.
Ana no había tenido inconvenientes con el pago o el control de gastos de sus dos tarjetas hasta que tuvo un accidente y usó más del límite otorgado.
Un avance y el pago de medicamentos dispararon su deuda a casi USD 8 000. De ellos, 3 000 eran del sobregiro. La joven usó sus dos tarjetas cuando perdió su trabajo, en mayo.
Ana refinanció las deudas en ambas para pagar pequeñas cuotas a mayor plazo. Equifax, que brinda servicios de Buró de Crédito, registra el cupo de 2,1 millones de tarjetahabientes en el país.
De ellos, 20,6% está al tope del cupo autorizado o lo sobrepasó. En específico, 35 000 clientes llegaron al tope de su consumo y 408 000 están sobregirados.
El analista económico David Castellanos explica que el cálculo del cupo en las tarjetas se hace a partir de los ingresos y gastos (financieros y personales), además de las operaciones en casas ‘retail’ o empresas de servicios móviles.
Los cupos son variables y dinámicos. Castellanos indica que, al tener esta característica, no existe un techo para el consumo.
Las entidades, en general, observan el movimiento de la persona y suelen acceder a incrementar el monto de consumo si estos gastos se destinan a necesidades básicas como salud, educación y alimentación.
Esto, a pesar de que signifique un sobreendeudamiento para la persona y un riesgo para el banco, señala el experto. Por ejemplo, si un cliente tiene USD 2 000 de cupo en su tarjeta, la cantidad puede llegar a duplicarse.
En Mutualista Pichincha, eventualmente, y solo a clientes que tienen una capacidad de pago disponible, se les entrega un cupo extra para un período de tiempo específico.
La cantidad se autoriza para atender necesidades de liquidez por gastos no habituales, como regreso a clases, o gastos extra por una emergencia, explica Ximena Aguirre, gerenta de Negocios Financieros.
En Produbanco, menos del 1% ha llegado a usar el 100% del cupo de sus tarjetas. El esquema de sobregiro no es una práctica en la administración del portafolio de la entidad, refiere Sebastián Quevedo, vicepresidente de Medio de Pago.
Para Andrés Cordero, profesor de la maestría de Finanzas de la Universidad de las Américas (UDLA), estar sobregirado es negativo porque se pierde el control de las finanzas personales. “El problema radica en que la tarjeta se percibe como un ingreso adicional y se pierde de vista que su uso tiene un límite, fecha de pago y genera intereses”, dijo.
El catedrático exhorta a llevar un historial presupuestario, revisar siempre los estados de cuenta y pagar más del mínimo requerido para que la deuda no se convierta en una “bola de nieve”.
Fuente: El Comercio – Nota Original: LINK