Walter Arizala, alias “Guacho”, accedió a teléfonos de dos oficiales de la Policía. No tuvo inconvenientes en conseguir los números de un coronel y también de un oficial, con el rango de mayor, acantonados en San Lorenzo.
El mayor fue el primero en recibir los chats y llamadas del cabecilla del Frente Oliver Sinisterra. En noviembre de 2017 el uniformado participó en un operativo para detener a miembros de la narcoguerrilla.
Recordó ante la Fiscalía que un capitán de la Marina le pidió apoyo para participar en un operativo en la comunidad Palma Real, una isla en el río Mataje, usada por los miembros del frente. El marino le dijo que iba a detener a hombres de seguridad de “Guacho”.
En ese momento el nombre del cabecilla de la narcoguerrilla era desconocido para él, pero no para unidades de Inteligencia militar y policial que le seguían su rastro por atentados en Colombia, tráfico de armas, droga y precursores químicos.
Finalmente, el operativo fracasó. Pasaron dos meses hasta que el 12 de enero, el oficial de la Fuerza Naval llegó a las instalaciones del Comando Policial de San Lorenzo con tres detenidos y su pedido era que sean llevados rápidamente a Esmeraldas.
Eran hombres de “Guacho” y entre ellos estaba Patrocinio C., conocido como “Cuco”. Según la Fiscalía, él protagonizaba los hechos de violencia y proveía de logística al Frente Oliver Sinisterra en la parroquia de Mataje. Esa captura marcó el futuro del mayor. Al siguiente día, el 13 de enero, le llegó un mensaje vía WhatsApp: “el tigre exige la liberación inmediata de sus hombres”, decía la amenaza.
Los chats siguieron hasta que el 25 de febrero cuando recibió la llamada de “Guacho”. Esta conversación quedó grabada y es parte del expediente fiscal que investiga los atentados, secuestros y asesinatos de la narcoguerrilla.