Este 2 de noviembre se celebra en Ecuador el Día de los Difuntos. Desde muy temprano los cementerios reciben a miles de personas que visitan a sus seres queridos que han fallecido. Varias ceremonias se realizan para rezar por el alma de quienes han partido de este mundo.

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Los ecuatorianos visitan a sus seres queridos fallecidos en los cementerios Créditos: El Telégrafo

El Ángel Kalpay de Cotacachi y los animeros de Patate y Penipe salen a rezar por las almas que dejaron este mundo.

Lo hacen antes o durante el Día de los Difuntos, que se celebra hoy, 2 de noviembre.

Cada 1 de noviembre, desde hace dos décadas, José Santos Muñoz visita las casas de las comunidades kichwas de Cotacachi (Imbabura), para rezar por el descanso de las almas.

Más conocido como Ángel Kalpay (Ángel que Recorre), este hombre, de 67 años, es una especie de intermediario entre el mundo de los vivos y el mundo espiritual de los muertos.

Como la mayoría de rezadores de la localidad, lleva una campana de bronce en la mano izquierda, que hace repicar para anunciar su paso por cada sector.

En la otra sostiene con firmeza un crucifijo y un rosario blanco.

También transporta un envase con agua bendita. Sobre la cabeza lleva un pañuelo rosa. Los familiares de los difuntos lo invitan a ingresar en las viviendas, para que eleve una oración a Dios. Mientras aboga por el descanso eterno de los muertos, sostiene una flor que sumerge en el agua y luego salpica sobre altares levantados en los inmuebles.

La tarea se extiende desde las 07:00 hasta las 18:00. A cambio recibe panes, bananos o cualquier fruta.

Cuando el Ángel Kalpay sale de una casa corre a otra, pues solo tiene un día al año para interceder por los fallecidos. También visita los panteones.

“Las almitas se alegran cuando alguien ora por ellas”, asegura Muñoz, quien también es sacristán en la iglesia San Vicente Ferrer, de Quiroga. Cuando era niño había una veintena de rezadores en Cotacachi, rememora.

Ahora hay unos ocho. Lamenta que los jóvenes no quieran conservar la tradición y le preocupa que ya nadie rece por las almas.

Fuente: El Comercio – Nota OriginalLINK