El estadounidense Texas (WTI) se desplomó hasta los 26,55 dólares, su mínimo en casi trece años, mientras que el Brent europeo rebasó a la baja los 28 dólares al cerrar en 27,88 dólares y el barril de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) cotizaba en 23,85 dólares.
La ralentización de la economía china, que crece al menor ritmo del último cuarto de siglo, y las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que anticipa que la demanda de crudo avanzará más lento de lo esperado en 2016, han avivado el temor a que aumente el volumen de barriles que cada día quedan sin comprador.
Al mismo tiempo, el visto bueno de la comunidad internacional a que Teherán vuelva a exportar crudo tras cuatro años de veto por su programa nuclear amenaza con inundar aún más un mercado asfixiado por el exceso de producción.
«Va a llegar aún más petróleo en un momento en el que no se necesita. Eso significa que el desequilibro entre la oferta y la demanda aumentará, por lo que es más difícil que los precios recuperen la normalidad», dijo a Efe Dominic Haywood, analista de la firma británica Energy Aspects.
La AIE y la mayoría de los expertos coinciden en que no hay signos de que a corto plazo se vaya a revertir la caída que comenzó en junio de 2014, a pesar de que los bajos precios han golpeado a la industria, que ha recortado inversiones y puestos de trabajo.
Con todo, algunos analistas creen que la pérdida de rentabilidad de las explotaciones puede llevar a una bajada significativa de la producción que empujaría al alza los precios en la segunda mitad de 2016.
Por el momento, la opción más plausible para una recuperación pasa por que la OPEP acepte reducir su techo de bombeo, que se mantiene por encima de las necesidades del mercado, a fin de dañar a la naciente industria del esquisto y mantener la cuota de mercado del cártel de países productores.
Esa estrategia ha hecho que la producción externa a la OPEP, especialmente en Estados Unidos, haya caído por primera vez en siete años, pero también ha puesto en aprietos a los miembros menos opulentos de la organización, cono Venezuela y Nigeria, cuyas economías sufren al haberse reducido una de sus principales fuentes de ingresos.
Esos productores presionan desde hace meses a Arabia Saudí y sus socios del Golfo, que guían las decisiones del grupo, para que acepten disminuir el bombeo común.
Las tensiones internas en la OPEP hicieron que la última reunión del grupo se cerrara en diciembre sin acordar una cifra oficial de producción, algo que no había ocurrido en la historia reciente de la organización.
Caracas y Abuya han pedido celebrar un encuentro extraordinario en las próximas semanas para revisar la política común del grupo, una medida a la que tendrían que dar su visto buenos todos los miembros de la OPEP.
A pesar de que el fin de las sanciones a Irán ha cambiado sustancialmente el escenario del mercado del petróleo, algunos expertos creen que no será suficiente para que Riad de su brazo a torcer y acepte un cambio de estrategia.
«En su última reunión, los miembros de la OPEP ya sabían que el levantamiento del veto a Irán estaba en el horizonte y que Teherán planeaba volver a producir», sostuvo Haywood.
El analista señaló que, «claramente, los países que tienen un mayor peso en la toma de decisiones en este momento son los grandes productores, como Arabia Saudí, que hasta ahora han dado prioridad a la defensa de su cuota de mercado», a costa del desplome de los precios.