A las 19:00 del martes 14 de julio del 2020, desde la calle Francisco Ruiz de Carcelén, norte de Quito, se veía a más de 10 jóvenes sentados de espaldas en las gradas de la pista de patinaje.
Estaban a pocos centímetros de distancia y no usaban mascarillas. Se servían licor y tomaban todos del mismo vaso. Ocultaban la botella y seguían conversando y riéndose.
Unos 50 metros separan a ese punto de la Unidad de Policía Comunitaria. Ese tramo se convirtió en una especie de punto ciego, que esconde el consumo de alcohol, mientras otros jóvenes patinan.
Como ellos, otros libadores se exponen al contagio en varias zonas de Quito, en donde está el 90,6% de los 11 269 diagnosticados de Pichincha.
Las autoridades realizan inspecciones que quienes consumen licor esquivan. Desde que la capital se encontraba en semáforo rojo, la Agencia Metropolitana de Control (AMC) ha sancionado a 520 personas por libar en las calles.
El retirarse la mascarilla para ingerir alcohol, el no distanciarse y reunirse con personas que no son del círculo familiar con el que se vive son solo algunos de los riesgos, señala el epidemiólogo y salubrista Daniel Simancas.
Él recuerda que el coronavirus no se transmite solo al toser o estornudar sino que también las gotículas de saliva salen del organismo al hablar y respirar.
Más –enfatiza– en actividades propias de reuniones con alcohol como cantar y gritar. “A mayor consumo de alcohol, menos conciencia hay sobre las precauciones”.
En Quito, el 40,67% de las 17 124 alertas que ha recibido el ECU-911, desde el 18 de marzo hasta el 15 de julio, fueron sobre libadores.
De la zona La Delicia se recibieron 428 de ellas y se ha sancionado por esa causa a 127 personas. El martes, autoridades sorprendieron a más de 20 hombres en una cancha de vóley de la calle José Enríquez (Comité del Pueblo).
Cuando la AMC ingresó al predio, unos se colocaron la mascarilla rápidamente y otros corrieron. Esas reuniones –dice el epidemiólogo– podrían desatar múltiples contagios, provenientes de un solo infectado que puede ser asintomático.
La AMC ha recibido denuncias de que en ese espacio se consume licor. Lo confirmaron vecinos, aunque otros lo negaron y pidieron que, en lugar de controlar estas acciones, se les reparta comida.
Para Simancas, los mensajes provenientes de las autoridades no ayudan a la concientización de los ciudadanos sobre el verdadero riesgo.
“Decir que todo está controlado, que hay ocho veces menos muertos que en Guayaquil y que pronto iremos a la playa es un error”.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), existen mitos sobre el alcohol y el covid-19. Entre ellos que al consumirlo se destruye el SARS-CoV-2 o se obtiene inmunidad.
El ente aclaró que el licor probablemente aumenta los riesgos para la salud cuando alguien se contagia. Ciudadanos que sí cumplen con las normas temen salir a las calles por la irresponsabilidad de vecinos.
Gabriela Gallardo, moradora de La Bota, dice que grupos beben en el parque y en el exterior del mercado a cualquier hora, incluso después del toque de queda.
“No podemos salir ni a la tienda, son un foco de contagio”. En La Bota, de 126 alertas relacionadas con orden público, 33 fueron por libadores.
Según la AMC, hacen controles para evitar la propagación del virus. La epidemióloga Inti Quevedo coincide con su par Simancas en cuanto a que se necesitan medidas más claras.
La situación de Quito –sostiene– complica toda la red de salud de provincias del norte, cuyos pacientes buscan hospitales de referencia ubicados en la provincia y su capital.
Fuente: El Comercio- Nota Original : LINK