Desesperación e incertidumbre fueron los sentimientos de la gente que madrugó a las carpas medicalizadas para pacientes con síntomas de covid-19 que instaló el Municipio de Quito.
Desde las 05:30 de este lunes 27 de julio del 2020, niños, hombres y mujeres de todas las edades hicieron fila para tomar un turno y recibir asistencia médica.
La mañana de este lunes Diario El Comercio hizo un recorrido en la Escuela Sucre, ubicada en el Centro Histórico, y el Colegio 9 de Octubre, de la parroquia Belisario Quevedo, en donde funcionan esos puntos de ayuda.
En la primera se formó una fila de aproximadamente 25 personas. “Tengo dolor de cabeza y huesos, fiebre. También perdí el olfato.
Mi hermana es mensajera y vivimos en la misma casa en el barrio Loma Grande. Estoy seguro que ella me contagió porque se hizo la prueba PCR y resultó positiva”, dijo un paciente que esperaba afuera de la Escuela Sucre.
Una mujer llegó a las 06:20 desde el céntrico barrio La Tola. “Soy asmática y solo quiero hacerme una prueba para sentirme segura que no me contagié”.
Con preocupación, la gente se arrimaba a las paredes a la espera que les realicen los exámenes. No obstante, la Secretaría de Salud de la Alcaldía aclaró que en las carpas medicalizadas no se realizan pruebas PCR para detectar coronavirus.
Solamente se hacen triajes y si el médico lo considera se practican exámenes a los pacientes más graves bajo prescripción. “No se efectúan test para certificados laborales como muchas personas buscan”, manifestó Nathalia Álvaro, coordinadora de Salud de la Secretaría de Salud.
En las calles Francisco Lizarazu y Núñez de Bonilla funciona el colegio municipal 9 de Octubre, ubicado en Belisario Quevedo, una de las parroquias con más casos de coronavirus en la capital.
Desde antes de las 07:00, cerca de 15 personas hicieron fila y soportaron la garúa que cayó a las 08:00. Un niño acudió con su madre y se cubría la cabeza con una chompa.
La gente coincidía que necesitaba con urgencia hacerse exámenes, pues algunos de sus allegados presentaron síntomas de covid-19 en los últimos días.
Un agente metropolitano los organizaba y pedía a la gente que mantenga los dos metros de distancia. Uno de los pacientes se colocaba la mascarilla debajo de la quijada y se ponía de cuclillas denotando malestar físico.
Se tomaba la cabeza. Una mujer de 34 años esperaba su turno: “trabajo en una farmacéutica y mis compañeros se enfermaron. Yo ahora perdí el olfato y me duele el cuerpo”.
Sus cuatro hijos no presentan problemas de salud. 10 metros más abajo se ubicó una adolescente, que también quería hacerse un test de diagnóstico. Dijo que su madre se contagió de coronavirus. “Tengo mucha tos”.
Un ambiente similar había en la carpa instalada en las afueras del Centro de Atención Temporal (CAT) del parque Bicentenario. Los usuarios se organizaban en columnas y luego pasaba a unas sillas. Los médicos los llamaban por turnos.
Allí se encontraba un hombre que perdió el olfato desde hace tres días. “Vengo desde San Bartolo porque un pariente murió por ese virus. Mi familia se encuentra bien”.
Antes de la pandemia trabajaba en un local que comercializaba artículos de cuero. No tiene dinero para hacerse las pruebas en un laboratorio privado. Por eso esperaba acceder a una gratuita.
Fuente : El Comercio – Nota Original : LINK