Hoy en día, no existe un tema de salón más común que la crisis que afecta a muchas economías de la región, más aún a aquellas a las que sus mayores ingresos provienen de la venta de petróleo a nivel internacional. Según datos del Banco Mundial, la economía de los países de la región tuvo un retroceso del 38,9 % hasta el tercer trimestre del año 2015 y, para 2016, la misma entidad no pinta buenas cifras. Esto hace que las organizaciones y sus negocios se vean afectados significativamente y pierdan el dinamismo al que estaban acostumbrados en épocas de bonanza económica.
En momentos difíciles es cuando se ve quién es quién y no hay que rajarse las vestiduras, pues cuando se entra en un período de crisis hay que prender el Motor de la Reflexión de Negocios o lo que se le denomina RBP (Reflection Business Pump), es decir, entrar en un período de reflexión y análisis para visualizar los orígenes y causas del deterioro organizacional, y así empezar a trabajar en la toma de medidas de forma responsable para evitar nuevas crisis en el futuro. A esto se le llama Gestión integral de crisis (GIC) y consiste en llevar a cabo un tratamiento integral de cualquier situación, excepcional o no, que pudiera llegar a afectar a la organización y a sus negocios de factores externos no controlables. Este plan incluye la principal tarea de la gestión y calidad del emprendimiento que no se hizo en años anteriores y, como dijo alguna vez Trevor Gregory, expresidente de Universal: “Nunca lleguemos a decir: si hubiéramos hecho este negocio ayer, estaríamos mejor hoy”.
Existen muchos caminos para afrontar la crisis en los negocios: reconocerla, contenerla, resolverla y aprender de ella. Además, gestionar una crisis no significa esconderla, así que cuando se la detecta, se la debe comunicar con honestidad y realismo para transmitir el rumbo adecuado. Por otro lado, se deben contener las emociones, pues una crisis suele provocar miedo, confusión, nerviosismo, pesimismo y todos esos sentimientos que, vistos desde una perspectiva productiva, no aportan nada positivo. Por lo tanto, hay que contenerlos y apartarlos con palabras de ánimo y aliento que generen un buen ambiente organizacional. Además, no se deben discutir las causas y orígenes de la crisis durante el proceso, pues ya habrá tiempo para todo eso durante el análisis en el aprendizaje. También se debe fomentar la creatividad y permitir el emprendimiento, pues las crisis muchas veces piden cambios estructurales y es mucho mejor afrontarlos con nuevas ideas.
En momentos de crisis el cliente se vuelve más exigente, desea precios más bajos y un mejor servicio, y es ahí donde se debe aprovechar la gran oportunidad que esta trae: lanzar productos de bajo precio que suplan necesidades masivas es un gran negocio en tiempos difíciles y emprender a la par de la tecnología siempre mantendrá a flote cualquier organización.
Finalmente, no se debe competir, sino colaborar; no se debe tratar de vender, sino hacer participar; esto permitirá contar con la mejor arma ante la crisis, que es la generación de confianza, pues muchas organizaciones deben ser buenas gestoras con vientos a favor y hacerse fuertes y queridas en la adversidad.