La Navidad es una fecha importante para una gran mayoría de personas. Y en la vida de un niño deja una huella imborrable. No hay un solo pequeño para el que no sea interminable la espera de la Navidad. La añoran y cuentan los días, pues en esa época ellos se vuelven el centro de atención afectuosa.

Ya es navidad. La fiesta más esperada del año. Las luces, las cenas, los regalos y las risas acompañan una de las fiestas más importantes del cristianismo.

Los católicos y cristianos conmemoramos el nacimiento de Jesucristo en Belén. Aunque la fecha exacta del nacimiento de Jesús de Nazaret no se encuentra registrada ni en el Antiguo Testamento ni el Nuevo Testamento (Biblia), el 25 de diciembre ha sido significativo en los pueblos de la antigüedad que celebraban durante el solsticio del invierno en el hemisferio norte.

Pero a pesar de que esta fecha nació con creencias religiosas, los años la han ido modificando. Es así que llegamos hasta Papa Noél, que cuenta  la historia de un obispo cristiano griego llamado Nicolás de Bari que vivió en Turquía en el siglo 4 en el seno de una familia rica y acomodada pero conocido por su generosidad con los más pobres. Fue una persona tan querida por su don de gente que fue convertido en santo patrón de Grecia, Turquía y Rusia. Muchos años después, su figura fue adoptada por la cultura moderna para convertirla en el hacedor de los milagros de la Navidad, que recorre todas las chimeneas del mundo repartiendo regalos para toda la familia.

Y a estas dos historias se suman los Reyes Magos. Los libros cuentan que cuando Jesús nació llegaron de oriente unos reyes magos o sabios.  Algunos eruditos afirman que representaban al mundo entero y al postrarse ante el niño Jesús, reconocieron en Él al Mesías, mientras que la mayoría del pueblo de Dios en Israel no lo aceptó. Los reyes magos viajaron miles de kilómetros para adorar al Rey de reyes. Cuando lo encontraron reaccionaron con gozo y le dieron regalos.