El martes 30 de agosto falleció, a los 91 años, Mijaíl Gorbachov, el último líder de la antigua Unión Soviética y quien puso fin a la Guerra Fría.

Mijaíl Gorbachov sorprendió al mundo con sus reformas y estuvo en el corazón de la caída de la Unión Soviética.

Aunque no se han especificado las causas exactas de su muerte, desde el Hospital de Moscú se informó que padecía una larga y grave enfermedad.

Gorbachov se ganó la aclamación de la comunidad internacional y recibió el Premio Nobel de la Paz en octubre de 1990 por su papel en la finalización de la Guerra Fría y la reunificación de Alemania.

Con su naturaleza extrovertida y carismática, Gorbachov rompió el molde de los líderes soviéticos que hasta entonces habían sido, en su mayoría, figuras remotas y gélidas. Casi desde el inicio de su liderazgo, luchó por reformas significativas, para que el sistema funcionara de manera más eficiente y democrática.

Sin embargo, en Rusia, su reputación nunca se recuperó entre quienes lo consideran el culpable de la caída de la Unión Soviética. Es así que cuando se presentó a las elecciones presidenciales en 1996 solo recibió el 5% de los votos.

Una vez que Gorbachov llegó al poder, lanzó dos estrategias para tratar de impedir el colapso de la Unión Soviética, que parecía inminente. Según el líder, el país necesitaba una perestroika o reestructuración económica. Esta iba acompañada de otra estrategia, glasnost, que se traduce como apertura o transparencia.

En efecto, bajo su mandato aumentaron la tolerancia de credo y pensamiento y la divulgación de noticias nacionales e internacionales.

Gorbachov también puso fin a la ocupación soviética de Afganistán, regularizó las relaciones diplomáticas con China, e incluso se alió con Estados Unidos durante la Guerra del Golfo en 1991.

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