«El combate por nuestros valores» democráticos y de libertad, así como la defensa «de nuestro modo de vida» serán algunos de los elementos claves del programa, declaró a la prensa la canciller tras una reunión de su partido Unión Demócrata Cristiana (CDU, conservador) en Berlín.
Merkel dijo que la elección legislativa, prevista para septiembre u octubre del año próximo, será «más difícil que ninguna otra hasta ahora, al menos desde la reunificación alemana» en 1990.
Esto a causa de la polarización de la sociedad y de los recientes éxitos de la derecha populista antirrefugiados del partido Alternativa para Alemania (AfD).
Este movimiento conoció un avance espectacular en 2016 en algunas elecciones regionales ante los temores de la opinión pública por la llegada de un millón de refugiados.
Entre los valores a los que se refiere Merkel, figuran además de la democracia, «la libertad y el Estado de derecho». «Es lo que me guía», dijo, al considerar que las «disputas» electorales son parte del proceso democrático normal, pero no deben transformarse en «odio» del otro. Merkel subrayó que su candidatura tiene lugar en un contexto mundial agitado «con una situación internacional que debe ser reajustada tras la elección estadounidense» marcada por la victoria de Donald Trump.
Merkel, de 62 años de edad y que está en el poder desde 2005, había comunicado su intención a los dirigentes de la CDU, más temprano durante una reunión celebrada en Berlín. Tras 11 años al frente del país, Merkel ya ostenta el récord de longevidad en el poder entre los dirigentes occidentales.
Récord de Kohl a la vista
A juzgar por los sondeos, Merkel tiene muchas posibilidades de conseguir su cuarto mandato en la cancillería. Entraría así en la historia de su país al superar el récord en el poder del icónico canciller de la posguerra Konrad Adenauer (14 años) y también el de su propio padre político, Helmut Kohl (16 años).
Según una encuesta publicada por la edición dominical de Bild, una mayoría de alemanes, el 55%, desea que Merkel siga en el cargo, frente a un 39% de opiniones contrarias. En agosto, la proporción de gente favorable a que siguiera en la cancillería era del 50%.
La mandataria se halla, sin embargo, en una situación paradójica: alabada en el extranjero, donde las expectativas que despierta aumentaron tras el éxito de Trump, en Alemania afronta el año electoral un tanto debilitada tras la controvertida llegada de un millón de refugiados en el país.
Esta semana, el presidente estadounidense Barack Obama le brindó su respaldo en Berlín durante su gira de adiós. «Si fuera alemán, le podría dar mi apoyo», dijo.
Y, frente al auge de las tendencias autoritarias en el mundo, el diario The New York Times la calificó de «último baluarte de los valores humanistas de Occidente». Mientras, «su poder decae» en Alemania, según el semanario liberal Die Zeit.
Es cierto que su popularidad remonta vuelo tras haber caído con la crisis migratoria, pero su familia política tan sólo obtiene 32 o 33% de las intenciones de voto, cerca de 10 puntos menos que en las anteriores elecciones de 2013.
Problemas en Alemania
Tras la polémica sobre la acogida de refugiados, tuvo que lidiar con la rebelión de su aliado bávaro (CSU), que amenazó con no apoyarla en 2017, antes de cambiar de opinión ante la falta de alternativa.
La canciller sufrió otro revés este mes al no lograr promover a un miembro de su partido como candidato para ser presidente en 2017, un puesto para el que fue designado el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier.
Por último, su tercer mandato coincidió con el ascenso de un partido populista en Alemania, que compite con su partido en la derecha. El AfD tiene muchas opciones de entrar al Bundestag, un éxito que ninguna formación de ese tipo había alcanzado desde 1945.
Merkel mantiene, sin embargo, la ventaja sobre los demás, ya que no tiene rivales peligrosos en su partido y sigue siendo mucho más popular que sus adversarios socialdemócratas.