Una diferencia clave yace en el hecho de que las incubadoras reúnen a personas con ideas de negocios y problemáticas atrapantes que pueden ser analizadas y resueltas.
En este tipo de programa, los emprendedores culminan con la creación de un Producto Mínimo Viable, O MVP. Por otra parte, las aceleradoras ayudan a los emprendedores muy jóvenes que están empezando a trabajar pero que ya tienen un Producto Mínimo Viable; también se los conoce como Nivel Semilla. Por ende, se puede concluir que las aceleradoras son un paso posterior a las incubadoras.
Otra diferencia entre ambas es el hecho de que una incubadora ofrece espacios, lo cual no es algo fijo en una aceleradora. Aparte, las aceleradoras son privadas y pueden brindar un capital semilla, algo que no es habitual con las incubadoras. Un gran número de aceleradoras toman un porcentaje de participación que abarca cerca del 5 al 10 por ciento.
Las entidades asociadas con las aceleradoras pueden variar desde organizaciones que buscan preservar el ecosistema hasta fondos de inversión. Generalmente, los inversionistas ángeles no están involucrados y son más bien independientes, pero pueden formar parte del grupo de mentores en una aceleradora, lo cual acerca a los emprendedores con oportunidades de buscar dinero para sus proyectos. Esto cuenta como una parte del proceso, puesto que se debe aprender a buscar personas que requieran los servicios que un emprendimiento ofrece.
Los programas de aceleración cuentan con una serie de actividades, los cuales imparten conocimiento por medio de talleres, mentorías uno a uno, y contacto con expertos y técnicos que quieren emprender. Adicionalmente, se ayuda a los participantes a delimitar sus retos y encontrar herramientas para poder solucionarlos o empezar un camino hacia esa meta.
