La concentración de contaminación al mediodía en Pekín (04.00 GMT) se situaba en unos 180 microgramos por metro cúbico de partículas finas PM 2,5 (las más perjudiciales para la salud), según el medidor de la Embajada de EE.UU. de la ciudad.
Pese a estar muy por encima de los 25 microgramos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), no llega a los 200 que las autoridades estipulan para decretar la alerta roja cuando la concentración sea de al menos esa cantidad durante tres días.
La Embajada de EE.UU. establece como «no saludable» los niveles de entre 150 y 200 microgramos, y «muy perjudiciales» los situados entre 200 y 300.
Es de momento, también, mucho más baja que las concentraciones de más de 600 microgramos que se registraron a finales de noviembre, sin que Pekín decidiera anunciar la alerta roja, lo que dio pie a numerosas críticas contra el Gobierno por parte de ciudadanos y de organizaciones.
La capital china anunció la primera alerta roja de su historia, desde que este sistema de cuatro colores (rojo, naranja, amarillo y azul) fue adaptado en 2013, entre los días 7 y 10 de diciembre, precisamente tras las críticas recibidas por no haberlo hecho durante la racha previa de contaminación severa.
Entonces tampoco llegó a alcanzar los niveles de finales de noviembre, lo que hizo cuestionar las motivaciones de las autoridades para tomar la decisión.
En la capital, la alerta roja implica restricciones severas al tráfico (cada días solo podrán circular la mitad de los automóviles privados en función del último número de su placa de matrícula), así como la prohibición de fuegos artificiales y barbacoas.
Además, se recomienda a los ciudadanos que reduzcan sus actividades en el exterior y se espera que se suspendan las clases en guarderías y escuelas primarias y secundarias.