Por: José Luis Cañizares
En el barrio de San Roque, se levanta el Expenal García Moreno: una estructura tétrica que guarda historias oscuras recogidas durante los 139 años que sirvió de penitenciaría en la ciudad.
Hoy, sus celdas y corredores están vacíos; y el inquietante silencio de los pasillos es solo perturbado cuando los visitantes del exterior entran, a lo que ahora es un museo, para sentir la realidad tras las rejas.
Gracias al trabajo conjunto entre el Servicio Nacional Integral de Atención a Personas Privadas de la Libertad y Adolescentes Infractores (SNAI) y la Fundación Semillas de Libertad y Progreso (Selipro), no serán guías turísticos quienes dirijan el recorrido, sino personas en el sistema de prelibertad; quienes, alguna vez, estuvieron en el penal y, ahora, poco a poco, cumplen su condena.
En este caso, el guía fue Carlos Martínez; quien acompañó el corrido de un poco de historia mezclada con sus propias vivencias, que recogió durante los más de cuatro años que estuvo interno. Ahora, cumple el resto de su condena brindando apoyo en el Museo, para cumplir los requisitos de su prelibertad.
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