El sábado 16 de abril de 2016 quedará grabado en la memoria de todo Ecuador. Un día que se tornó negro después del terremoto de 7,8 grados que sacudió las provincias de Manabí, Esmeraldas y Guayas pero que se sintió en todo el país.
Las imágenes son abrumadoras. Ciudades destruidas, edificaciones pulverizadas, cientos de muertos, cientos de desaparecidos y miles de damnificados y heridos. Eran las 18:58 del sábado y todo el país sintió que la tierra tembló. Para muchos fue un simple temblor, pero no se sabía que la tragedia había llegado a Pedernales, Portoviejo, Manta, San Isidro, Jama, Canoa, Bahía de Caráquez y muchos poblados más.
Las carreteras se abrieron por completo como si se tratase de una película de ciencia ficción. Priscila Alcívar, residente de San Isidro relata que las casas fueron tragadas, literalmente, por la tierra
Según José Andrade, experto en movimientos telúricos, este es el séptimo en este siglo en la misma zona y afirmó que el sismo fue originado por una ruptura en la placa de Nazca que golpea a la placa Sudamericana.
El primero en llegar a la zona del desastre fue el vicepresidente Jorge Glas, quien declaró el estado de excepción que establece que durante 60 días ,desde su inicio, en las provincias de Manabí, Los Ríos, Santa Elena, Guayas y El Oro las autoridades del Gobierno central, los Gobiernos Autónomos Descentralizados, Fuerzas Armadas y Policía Nacional coordinen todos sus esfuerzos y acciones para mitigar los riesgos ante ese desastre natural.
Según el presidente Rafael Correa, tomará años y millones de dólares reconstruir las provincias afectadas. Es así que en cadena nacional el Primer Mandatario anunció un plan económico urgente que consiste en un incremento tributario. Por otro lado, el Jefe de Estado indicó que Ecuador buscará vender algunos de sus activos. Además que pese a las líneas de crédito abiertas para contingentes por 600 millones de dólares que tiene el país con la CAF, el BID y el Banco Mundial, resulta necesario “planificar medidas que canalicen la solidaridad y acción colectiva para enfrentar estos momento difíciles”.
A una semana del terremoto, las personas que están en las ciudades más devastadas aseguran que el olor se ha vuelto insoportable. Los servicios básicos poco a poco se han ido restableciendo.
Pero no todo es negativo. Una vez que se conoció la tragedia la ayuda no se hizo esperar. Entidades públicas y privadas iniciaron la recolección de donaciones. La unión fue evidente en todo el país. Cientos de convoyes desde todos los rincones del país continúan saliendo hacia Manabí y Esmeraldas. La ayuda es para todos, niños, jóvenes, adultos y animales. Rescatistas internacionales viajaron inmediatamente para encontrar el mayor número de personas con vida. A pesar del dolor que ha generado el terremoto, Ecuador ha demostrado que la esperanza es lo último que se pierde y que no importan ideologías políticas, religiosas o económicas al momento de ayudar.