De primera dama a los 19 años, Keiko Fujimori aspira a gobernar Perú, como lo hizo su padre Alberto, pese a la mochila que le dejó y que puede ser de nuevo un lastre en los comicios del domingo. La hija mayor del encarcelado expresidente Alberto Fujimori se halla a las puertas, por segunda vez, de ganar unas elecciones que podrían convertirla en la primera mujer en gobernar Perú. Keiko carga con la herencia de su padre, quien en su gobierno (1990-2000) derrotó a Sendero Luminoso y a la hiperinflación que le dejó su antecesor, Alan García. Pero actualmente está preso y condenado a 25 años de cárcel como autor intelectual de dos matanzas con 25 víctimas y corrupción.
Favorita en los sondeos con el 40% e impulsada por el peso de su apellido, Keiko emprendió hace una década una cruzada destinada a lavar el honor de su familia, salpicada por escándalos de corrupción. Ha reconstruido su imagen pública buscando transmitir nuevos valores, como tolerancia y paciencia, en un intento por distanciarse de la imagen de autócrata de su padre, quien en abril de 1992 dio un autogolpe con el que cerró el Congreso y tomó control de las instituciones del Estado reeligiéndose dos veces. Para perpetuar la dinastía venció resistencias dentro del fujimorismo, un complejo rompecabezas conservador donde confluyen empresarios, tecnócratas del libre mercado y cuadros de clase media que sueñan con recuperar el poder con ella.