En el Hospital del IESS Quito Sur se ha identificado que el contagio familiar es común en la capital, según la neumóloga Carina Coronel. Las personas no se dan cuenta que están infectadas hasta que alguien de la casa obtiene un resultado positivo en la prueba que le aplican para volver al trabajo.
La recuperación de cada miembro –precisa la médica– depende de la gravedad de la infección. Esta comienza a bajar en la primera semana si la carga viral es leve.
“A un grupo, a los siete días se le hizo un hisopado (nasofaríngeo, para el test de PCR) y salió negativo”. En cambio, otros desarrollan neumonías, por complicaciones pulmonares, y se quedan más tiempo con el virus.
Por eso se les aplica la prueba en 14 días. Hay pacientes, que convalecen tres y cuatro semanas. Aunque para determinar la carga viral se requieren estudios sofisticados de sangre y orina, a mayor concentración hay más posibilidades de desarrollar síntomas severos de la enfermedad, comenta el epidemiólogo de la Universidad Central, Marcelo Aguilar.
Sin embargo –anota el especialista– la gravedad está más relacionada con las condiciones de vida, entre ellas la edad o la existencia de comorbilidades (enfermedades adyacentes como diabetes, hipertensión, cáncer, obesidad).
De 56 342 casos confirmados hasta ayer, 7 243 pacientes recibieron el alta hospitalaria y siguen el tratamiento en su casa.
Del total de contagiados, el 42% (23 387) está estable en aislamiento domiciliario. Desde que Quito pasó al semáforo amarillo, el 3 de junio, miles de trabajadores empezaron a reintegrarse a sus labores presenciales, tras un confinamiento de más de dos meses. Y algunos llevaron la enfermedad a sus hogares.
En el IESS Quito Sur se ha atendido a familias que decían tener “una gripecita” y todos salieron covid-19 positivos. Por ello, Coronel considera que debe haber “muchísimos más contagiados de los que se reportan. No se hacen pruebas para confirmarlo porque no desarrollan síntomas graves”.
Hasta hace un mes, Cecilia (nombre protegido) se reunía con sus parientes todos los martes para comer. Así fue hasta que sus tíos llegaron a emergencia de un hospital y fueron diagnosticados.
“Todo comenzó con una gripe que ni siquiera mandó a la cama a mi sobrino de 25 años. Bromeábamos, decíamos que tiene coronavirus”. Al final, todos, excepto dos familiares, estaban contagiados.
Los positivos se aislaron en tres casas. Cecilia, de 30 años, vive con su suegra de 52 y con la mamá de esta última, de 79. “No existe ninguna evidencia de que un paciente con mayor carga viral afecte a otro positivo asintomático o con síntomas leves”, indica el epidemiólogo del Carlos Andrade Marín, del IESS, Pablo Acosta.
La carga viral es la cantidad del SARS-CoV-2 (concentración de microorganismos) que una persona tiene dentro de sí y es mayor cuando se origina el contagio. Por eso se dispone el aislamiento obligatorio a los diagnosticados.
Pero se recomienda que cuando toda la familia se contagia, cada miembro permanezca separado, al menos en camas distintas. Esto –aclara– es para identificar la evolución del virus en cada uno.
Acosta también confirmó que los contagios familiares que se tratan en el Andrade Marín son comunes. El virus lo lleva a casa alguien de 20 años, pero quienes se ponen más graves son los adultos mayores.
Por eso el epidemiólogo cree necesario que quienes salgan tomen medidas de prevención para no transmitir el covid-19 en el domicilio.
Fuente: El Comercio – Nota Original : LINK