Por segundo año consecutivo, América Latina sigue en recesión. Un desplome que no se veía desde la crisis de la deuda de 1982-1983 y que muestra la enorme resaca que sufre la región que tiempo atrás deslumbró al mundo con crecimientos del 5 %. Muy lejos de aquellos días de abundancia, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé para este año una caída del PIB del 0,5%. Brasil, Venezuela, Argentina y Ecuador, aunque con fuertes diferencias, concentran el golpe.
La contracción no tiene una causa única. En un ambiente mundial gélido, donde la recuperación avanza cuesta arriba, la atonía china, la caída de las materias primas y la vertiginosa crisis del petróleo han actuado como detonantes. Sin embargo, no son la única explicación.
El Fondo alerta del riesgo de creer que la recesión afecta por igual a toda la zona. Por el contrario, una mirada más detallada revela que gran parte de la implosión se debe a la caída de unas pocas, pero significativas piezas del tablero. Entre ellas destaca Brasil. El gigante de América del Sur, lejos ya de la era dorada, se ha precipitado en el abismo. Con su clase política minada por la corrupción y la presidencia al borde del desfallecimiento, su economía se muestra incapaz de frenar la caída y repite números negativos (-3,8). “La actividad económica se ha contraído debido a la escasa confianza de las empresas y los consumidores, el elevado nivel de incertidumbre respecto a la política interna, el debilitamiento de los precios de las exportaciones y la escasa competitividad”, indica el informe.
En este descenso, que combina de fragilidades macroeconómicas y errores políticos, Brasil no anda solo. Le supera con creces Venezuela. El ejemplo de todos los males para el FMI. Ahogada en una hiperinflación que llegará al 720% a finales de año, su recesión (-8%) es la mayor de Latinoamérica y un indicador claro de la vorágine en la que ha sumido el régimen chavista a la antigua perla petrolera. “Las condiciones económicas de Venezuela no dejan de deteriorarse, con distorsiones políticas y desequilibrios fiscales que siguen sin resolverse. Su situación a medio plazo no es sostenible y exige un viraje sustancial. Los efectos sobre la salud y la calidad de vida empiezan a ser importantes”, advirtió el director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner, quien presentó el informe en la Ciudad de México.
El panorama pesimista del Fondo lo completan Ecuador, con un descenso del PIB de 4,5%, y Argentina, con una caída de un punto. El pronóstico para este último país, sin embargo, tiene un mejor color. El efecto Macri gusta al FMI. De ahí que su informe alabe su “ambiciosa transición” y sus medidas para reactivar la inversión y la competitividad. Desde la reducción del tipo de cambio al aumento de las tarifas de servicios públicos.
Así, Brasil, Venezuela, Argentina y Ecuador son los países que impiden este año a América Latina salir a flote. Pero otros avanzan con normalidad y muestran la poliédrica realidad del hemisferio. México es uno de ellos. La previsión de crecimiento del PIB, del 2,4% para este año, le deja en aguas tranquilas. Es prácticamente la misma que en 2015, y en un horizonte recesivo y con una fuerte crisis del crudo podría ser tomada como una buena noticia, excepto por un motivo: México tiene 55 millones de pobres, un 20% de ellos en condiciones extremas. Un agujero que mina todo ascenso por debajo del 3%.
No obstante, el cuadro regional mejora si se mira a mediano plazo. Para 2017, el FMI prevé que la recesión ya habrá acabado para Latinoamérica. México, América Central y el Caribe seguirán los pasos de Estados Unidos, en plena expansión, mientras que el hemisferio austral languidecerá por el cansancio de China y solo podrá salir del atolladero “cuando hayan resuelto sus desafíos internos”.