Es decir, se producirán réplicas de ese movimiento telúrico, como los que ya se registraron el fin de semana y que seguramente se presentarán en los próximos días y semanas.
El sismo de Morona fue de 7.6 grados en la escala de Richter y se produjo a 140 kilómetros de profundidad; este evento es considerado como un terremoto, pero no produjo graves daños, debido a que fue muy profundo. El de Guayaquil alcanzó los 5.9 grados de magnitud y se originó a 70 kilómetros de profundidad.
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Ambos fenómenos naturales sucedieron el viernes 22 de febrero del 2019. Patricio Ramón, técnico del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, explica que en los dos casos se producirán réplicas, debido a su alta magnitud, y se presentarán mientras las dos placas tectónicas se acomodan o se acoplan, luego del fuerte movimiento.
Los dos sismos del viernes pasado ocurrieron, por una interacción (proceso de subducción) de las dos placas de Nazca (Oceánica) y la Sudamericana (Continental). La primera se introdujo un poco más por debajo de la Sudamericana. Ese contacto liberó energía, a través del sismo de 7.6 grados.
Sin llegar a las comparaciones, el sismo de Morona Santiago tiene el mismo comportamiento que tuvo el de Pedernales, del 16 de abril del 2016: este fue de 7.8 grados y se originó a 10 kilómetros de profundidad; es decir, muy superficial. Ese terremoto ha tenido más de 4 000 réplicas en estos casi tres años.
En Morona Santiago y en Guayaquil se sentirán las réplicas, pero no en la misma cantidad que el de Pedernales ni en el mismo período tiempo, debido a su origen, pues fueron muy profundos (a 140 y 70 km, respectivamente).
Hasta el momento, las réplicas de Morona Santiago han sido de menos de 4 grados, aunque la más fuerte de fue de 6.1 grados, que se presentó a las 05:20 del viernes 22 de febrero, unos tres minutos después del primero (7.6 grados).
Fuente: El Comercio – Nota original: LINK