Los pobladores prefieren no hablar y los pocos que lo hacen afirman que son linternas que los mineros utilizan para trabajar clandestinamente en la oscuridad.
Estos grupos dejaron de operar en el día y se fueron del pueblo el 17 de abril pasado, luego de que 100 militares con uniforme camuflaje y fusiles llegaran a la zona y armaran sus carpas en el coliseo local.
Seis días después incursionó un grupo de élite de la Policía. Las tropas ingresaron luego de que la gente denunciara en forma masiva la presencia de extraños que buscaban explotar ilegalmente las minas de oro detectadas en ese sector.
Este Diario llegó a la zona esta semana y habló con los pobladores. Un hombre cuenta que fue presionado por desconocidos que querían tomarse sus tierras a la fuerza. “Llegaron, instalaron un puesto con palos y plásticos, en un terreno que tengo en Miraflores”.
Dice que cuando pidió que abandonaran el predio, uno de ellos lo amenazó de muerte. Luego de que los uniformados entraran, los vecinos presentaron cinco denuncias en la Fiscalía del Carchi.
Todos se quejaron, porque los mineros ilegales intentaron apoderarse de los terrenos, perforaron el suelo y cortaron árboles.
Por eso, el 6, 7 y 20 de abril protestaron, marcharon, pintaron carteles y exigieron la salida de los extraños. En el acta que se levantó luego de la asamblea general del 6 de abril se indica que primero llegaron 30 personas, luego 100 y, finalmente, 200 desconocidos que buscaban oro.
La reunión de ese día se desarrolló por iniciativa de la Junta Parroquial y de los universitarios de la localidad, que han emigrado a Ibarra y a Quito.
Tras conocer lo que sucedía, ellos regresaron y convocaron a una reunión en la casa comunal. Ahí acordaron rechazar la minería, pues temen que la explotación antitécnica contamine el agua de los ríos que usan para la agricultura, que es la principal actividad local.
Fuente: El Comercio, nota original: LINK