En los centros comerciales no había muchas personas, aunque todos los locales estaban abiertos: boutiques, restaurantes, cafeterías, patios de comida, entre otros.
En El Jardín, por ejemplo, había gente que tomaba café, caminaba y miraba las vitrinas o entraba a un local. En el Supermaxi, al ingreso, había gel para clientes y empleados. Los consumidores no abarrotaban las cajas.
La mayoría de las perchas lucían llenas; en otras, los dependientes acomodaban productos, como arroz, azúcar o conservas. En la sección de las carnes y pescados, un empleado arreglaba los paquetes de pollo, que apenas habían llegado al supermercado. Los compradores se veían tranquilos y tomaban las cosas para amontonar en sus carritos. En esa sección los empleados llevaban mascarillas y guantes.
Allí no han tenido problemas de falta de productos, pues los proveedores han garantizado que cumplirán con las entregas y la demanda.
La administración de la cadena de estos supermercados desinfecta los vehículos y camiones de transporte y cada tres horas, las secciones más sensibles de los repartos alimenticios. También fumigan esos espacios con productos no tóxicos, dijo Rubén Salazar, gerente corporativo de Supermaxi.
Fuente: El Telégrafo, nota original: LINK