Ni el control policial, ni la presencia militar han logrado detener la propagación del covid-19 en Quito. Los megaoperativos que se iniciaron el 17 de julio en las siete parroquias más conflictivas, han detectado un incremento en la cantidad de personas que irrespetan las normas.
Juan Zapata, director del ECU-911, explicó que una vez que se han cruzado las bases de datos de varios sectores se determinó que existe una relación directamente proporcional entre el número de contagios y las aglomeraciones, fiestas, libadores, escándalos y el irrespeto al toque queda.
Para analizar cómo ha sido el comportamiento de la gente, antes y después de los megaoperativos, se comparó el número de infracciones cometidas del 9 al 17 de julio, con las registradas del 18 al 26 de julio.
En cuanto a aglomeraciones, en Guamaní la cifra se triplicó. La semana antes de intensificar los controles hubo 71 eventos, y la semana después, 200.
En Calderón, Chillogallo y La Magdalena, las aglomeraciones se duplicaron. Las fiestas clandestinas muestran otro escenario. En Calderón, la cifra disminuyó de 22 reuniones a ocho.
Esa parroquia también tiene una baja en el número de escándalos. Alfredo Chila, líder del sector, dice que se debe al miedo que las personas tienen de ser multadas y a que cada vez hay más gente comprometida con el control en sus barrios.
En Belisario Quevedo, en cambio, las fiestas se cuadruplicaron. Las estadísticas evidencian que Cotocollao tiene un comportamiento particular en cuanto a libadores e incumplimiento al toque de queda.
En ambos casos es la parroquia que registra un mayor incremento. Jorge Toalá, miembro del Comité de Seguridad de la zona, indica que se debe a que en el área hay presencia de personas en situación de calle.
En su mayoría son alcohólicos que beben en la plaza y en las vías. También quienes se reúnen a tomar en las canchas y mucho comercio informal.
El número de contagiados registrados en estas siete parroquias aumentó tras los megaoperativos. Hasta el 17 de junio eran 4 440. Ayer hubo 5 443.
Al analizar las cifras por parroquias, se muestra que en la semana del 9 al 17 de julio, Belisario Quevedo era el sector que más creció en contagios, con un 35%; sigue Calderón.
Una vez que se reforzó el monitoreo, en ambos sectores el nivel de contagio se desaceleró, al igual que en Guamaní. En las otras cuatro parroquias de los megaoperativos, la expansión del virus se ha mantenido alta.
Cotocollao es una de las más afectadas. En los ocho días previos a los controles creció 15%. La semana siguiente subió a 26%. La transmisión del virus también ha aumentado en La Magdalena, Centro Histórico y Chillogallo.
Esta última es la que en el momento registra mayor número de contagios. Ayer, los caballos de la Unidad de Equitación y Remonta de la Policía Nacional patrullaban cerca al mercado Las Cuadras, en Chillogallo.
Los jinetes utilizaban banderas rojas con el mensaje: “Peligro, alto riesgo de contagio de covid-19”. Las calles Manuel Coronado, Agustín Aguinaga y Rafael García son las más conflictivas. Hay ventas ambulantes y no todos respetan la distancia.
Para William Basantes, dirigente de ese sector, el problema es que no se ha elaborado un proyecto de entrega de kits o bonos para ayudar a los comerciantes informales, quienes se ven obligados a salir a las calles por necesidad.
El refuerzo de los operativos de control ha dejado un mayor número de sancionados. Estefanía Grunauer, supervisora de la Agencia Metropolitana de Control, dijo que los mayores problemas que se han presentado son por mal uso de la mascarilla y por libadores.
Desde que se implementaron los megaoperativos, Calderón concentra el mayor número de sancionados. De las 473 multas emitidas por no utilizar mascarilla, el 30,78% corresponde a esta parroquia.
Siguen Tumbaco, Eugenio Espejo y La Delicia. Grunauer define al último fin de semana como crítico: se retiró a 200 personas en estado etílico.
El epidemiólogo Alberto Narváez considera que poco sirven los controles con fuerzas del orden si no se trabaja, a la par, con atenciones médicas, búsqueda de casos y control del cerco epidemiológico.
En Calderón -dice- han trabajado en capacitaciones de líderes comunitarios y se han reforzado las redes de vigilancia, de allí la disminución de escándalos y fiestas en esa zona. “Es clave el control con pruebas y el trabajo en territorio y con la gente”, concluyó.
Fuente: El Comercio – Nota Original : LINK