La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, utilizó hoy un tono de despedida, a pocos días de la votación en el Senado que decidirá su futuro político, y admitió que le "partirá el corazón" no poder inaugurar, en diciembre, un obra crucial en una empobrecida región del noreste del país.

«Si hay una cosa de la que voy a estar muy triste será no estar aquí para ver a María o a João abrir el grifo y salir el agua», afirmó Rousseff en un discurso en Cabrobó, en el estado de Pernambuco (noreste), donde se ejecutan las obras del trasvase del río San Francisco.

«Se me partirá el corazón. Va a ser una injusticia, porque nosotros luchamos por hacer esa obra», agregó la mandataria, cuya suerte depende ahora de una votación en el pleno del Senado, que tendrá lugar la semana próxima.

En su discurso, Rousseff reiteró que el proceso de destitución en su contra se trata de un «golpe» de Estado con el que la oposición pretende asumir el poder con el objetivo de acabar con los programas sociales que impulsó su Gobierno y el de su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva.

Según Rousseff, los políticos que tratan de alejarla del poder han decidido «que esta crisis tiene que ser enfrentada reduciendo los programas sociales».

Asimismo, volvió a subrayar su inocencia de los cargos que le imputan, unas maniobras contables realizadas por su Gobierno en los últimos años, practicadas también por otros presidentes que la precedieron, y reiteró que no renunciará.

«No renunciaré. Me voy a quedar peleando, soy la prueba de la injusticia, están condenando una persona inocente, no hay nada más grave», comentó.

Una comisión del Senado aprobó hoy el informe que recomienda la apertura de un juicio político con miras a la destitución de Rousseff, lo cual será decidido la semana próxima por el pleno de la Cámara Alta.

El informe favorable a iniciar el juicio político a la presidenta fue aprobado por 15 votos a favor y cinco en contra, y pasará ahora al pleno de los 81 senadores, que por mayoría simple definirá si la causa es archivada o si se abre el juicio político, que en principio separaría a Rousseff del poder por 180 días.

Durante este periodo, el Senado estudiaría si procede la destitución, y la Presidencia sería ocupada interinamente por el vicepresidente, Michel Temer, quien ya ha iniciado negociaciones para la formación de su Gobierno.

Hasta ahora, aunque aún no ha sido confirmado oficialmente, está previsto que la votación definitiva en el pleno de la Cámara Alta se realice el miércoles de la semana próxima, que podría ser el último día de Rousseff en el poder, al menos durante los próximos seis meses.