El grupo de los llamados Tres Amigos -Estados Unidos, México y Canadá- celebran este miércoles su primera cumbre desde 2014, la última del presidente Barack Obama, bajo la alargada sombra del candidato republicano in péctore, Donald Trump. Este martes, justo en la víspera, aseguró que reformará profundamente o romperá el tratado comercial de los tres países (Nafta, en sus siglas en inglés).
Durante un discurso en Pensilvania, el empresario neoyorquino enfatizó su retórica proteccionista y tachó la Nafta, firmado por el presidente Bill Clinton en 1993, del “peor tratado comercial de la historia”. Trump se comprometió a lograr “mejores condiciones para los trabajadores estadounidenses” y, si eso no es posible, liquidar el trato. “México actúa de forma injusta al promover sus propios productos, retiró sus tarifas arancelarias para ser miembros del Nafta pero impuso una tasa al valor añadido de las importaciones para seguir siendo competitivo”, criticó.
El sentimiento antiglobalización crece en en EEUU: se han perdido 4,8 millones de empleos industriales en 15 años. Así, Trump hizo un paralelismo con el resultado del referéndum de Reino Unido la semana pasada, que votó por dejar la Unión Europa, para defender que Estados Unidos también “se independice” en materia económica, lo que incluye bloquear también el nuevo Tratado Comercial Transpacífico.
En el pasado reciente, un presidente americano tenía más limitaciones para hacer y deshacer sobre tratados comerciales, pero hace un año el Senado ratificó una ley que da autoridad para negociar por su cuenta y riesgo este tipo de tratados por una vía rápida. Así, el Congreso da su visto bueno a posteriori, votando sí o no, pero en ningún caso modificándolo.
Para entender la sacudida que Trump supone en la política de EE.UU. basta recordar que Obama logró esa norma, llamada del fast track o vía rápida, gracias al apoyo de la oposición republicana, más partidaria del libre comercio, y con oposición demócrata, más inclinada a las restricciones. Ahora es el candidato republicano el que clama contra los tratados.
Trump puede no ganar las elecciones de noviembre –según los sondeos, no lo va a hacer- , pero el sentimiento que remueve es real, tan real como los miles y miles de empleos perdidos en la industria fabril estadounidense como consecuencia de la globalización. El magnate suele mencionar en sus mítines la planta de Carrier, en Indianapolis, que en 2019 se llevará la producción de aparatos de aire acondicionado para reducir costes.