El lugar de la peor catástrofe nuclear del mundo cayó en manos rusas en la primera semana de la invasión rusa, lo que hizo temer que las normas de seguridad dentro de la zona de exclusión pudieran verse comprometidas.
Según una agencia gubernamental ucraniana, el laboratorio formaba parte de un intento financiado por la Unión Europea para mejorar la gestión de los residuos radiactivos, mediante el análisis in situ de muestras de residuos, así como de los envases utilizados para eliminarlos.
La agencia gubernamental también informó de que se habían retirado del laboratorio muestras de radionúclidos —átomos inestables que pueden emitir altos niveles de radiación—. Dijo que esperaba que Rusia utilizara las muestras para «perjudicarse a sí misma, y no al mundo civilizado».
Es el último susto que surge del infame emplazamiento ucraniano que se encuentra cerca de la frontera con Belarús.
El personal que trabajaba allí el día en que fue capturado acaba de tener la oportunidad de volver a casa, tres semanas después de que tuvieran que rotar con un equipo entrante.
El alcalde local, Yuriy Fomichev, habló con CNN después de que los trabajadores estuvieran confinados en la planta durante diez días, y los describió entonces como «agotados, tanto mental como emocionalmente, pero sobre todo físicamente».
Fomichev dijo que más de 100 personas eran personal de turno que debería haber sido relevado después de 12 horas.
A principios de este mes, el emplazamiento se vio obligado a obtener energía de generadores diésel de emergencia durante varios días, antes de ser reconectado a la red eléctrica nacional tras reparar las líneas dañadas.
Y este martes, el gobierno ucraniano también advirtió de varios incendios cerca de la planta, que dijo que probablemente habían sido provocados por la artillería rusa o por incendios intencionados.