Barragán manifestó su preocupación frente a los efectos de los incendios forestales en la capital, en cuanto a la contaminación ambiental, la afectación a especies, la degradación del suelo y, sobre todo, el riesgo para la vida humana.
En este sentido, explicó que al hablar de gestión de riesgos, se debe abordar la temática desde una perspectiva múltiple, es decir, desde el ámbito de la amenaza y la exposición de las vulnerabilidades. Frente a estos eventos, dijo Barragán, el primer elemento es una articulación entre las autoridades y la ciudadanía, para que, a través de una vigilancia comunitaria, se puedan ejecutar mejores controles y con ello evitar grandes pérdidas.
En cuanto a las quemas agrícolas, que muchas veces se salen de control y también provocan incendios, el experto señaló que ahí se puede incidir en las capacitaciones a la comunidad, sobre cómo manejar los procesos agrícolas.
Una vez que se producen los desastres, es necesario enfocarse en cómo recuperar los espacios afectados. Allí se debe priorizar la cobertura vegetal, pensando en las condiciones de vegetación nativa y condiciones más adecuadas para el ambiente y reducir las vulnerabilidades.
Barragán insistió en el trabajo conjunto con la ciudadanía y en una mejor organización local, donde los barrios se puedan organizar para evitar estas emergencias y en la ocupación de espacios públicos. «Muchos de estos espacios no son ocupados y eso permite a personas inescrupulosas a hacer uso de ellos», acotó.
Aquí insistió en la planificación territorial, donde las autoridades deben gestionar el uso del suelo, para que dejen de ser un elemento de exposición en estos casos. «Es casi una ineficiencia total tener un terreno baldío en una zona totalmente consolidada», indicó. A su criterio, se debe aplicar el plan de uso y gestión de suelo, para lograr incidir en mejorar la ocupación de estos espacios.
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