Durante las últimas horas, el presidente de Estados Unidos Donald Trump tomó dos decisiones que hieren de muerte a la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio, también conocida como Obamacare.

EFE

La primera acción le encarga a su gobierno una creciente competencia entre las aseguradoras de atención médica. Una medida que probablemente sacará por completo a las personas más jóvenes del mercado de seguros y que, en general, aumentará los costos. La segunda determinación, que fue anunciada en la noche de este jueves, suspende los subsidios federales que se entregaban a las compañías de seguros para incentivarlas a cubrir a los estadounidenses de bajos ingresos.

Ahora, la clave para entender las razones detrás de las decisiones de Trump está completamente fundada en el apodo que recibió la ley de salud: Obamacare. Fue nombrada así por el hombre, el expresidente Barack Obama (obviamente), que la hizo realidad. Y ahí está exactamente la motivación de Trump para deshacerse de ella.

La vida política de Trump, que se remonta a principios de esta década, está basada completamente contra todas las cosas de Obama. ¿Por qué? Debido a que para muchos seguidores del hoy presidente, Obama –así como sus convicciones sobre la sociedad y el gobierno– representan la antítesis de lo que ellos creen. (Sí, la raza de Obama, y ​​la visión multicultural del país y del mundo, también formaban parte de esa mezcla).

Así que la mejor manera de distinguirse en la política republicana durante el mandato de Obama era oponerse, literalmente, a todo lo que estuviera relacionado con él. Incluyendo su propia legitimidad para ser presidente, debido las afirmaciones carentes de hechos sobre el lugar donde había nacido.

Trump aprendió esa lección mucho mejor y más rápido que cualquiera de los otros políticos republicanos que se postulaban para la presidencia en 2016. (También ayudó el hecho de que él estuviera dispuesto a decir cosas sobre Obama que ningún otro político republicano se atrevería). Cada decisión que Obama había tomado desde 2008 no sólo estaba mal a consideración de Trump sino que –y esto es muy importante– resultaba antiestadounidense. Bajo esta lógica, Obama no entendía aquello que convirtió a Estados Unidos en la nación más grande del mundo: la fe en su gente y el libre mercado. Trump sí lo hizo.

Trump también comprendió temprano que el símbolo central del Obamaismo –lo que los conservadores más odiaban– era justamente el Obamacare. La ley era la clásica solución liberal: pon al gobierno federal en el centro de tu vida e insiste que él, no tú, sabe mejor cómo cuidarte a ti y a tu salud.

En cada mitin, cada discurso y casi todos los días en Twitter, durante lo que duró la campaña presidencial de 2016, Trump prometió deshacerse de Obamacare… y lo más rápido posible.

«Vamos a revocar y a reemplazar a Obamacare», afirmó Trump en un mitin en Florida durante febrero de 2016. «Obamacare es un completo y total desastre. Se va a acabar. Vamos a crear un excelente plan de atención médica, así sea con cuentas de ahorros para el cuidado de la salud, tenemos muchas opciones diferentes”, añadió en ese entonces.

«Terminaremos con Obamacare y lo reemplazaremos, créanme, con algo bueno», volvió a insistir en mayo de 2016 en California. «Créanme. Derogar y reemplazar a Obamacare”, insistió.

En marzo pasado, a través de su cuenta en Twitter, volvió a la carga: “Obamacare está implosionando. ¡Es un desastre y 2017 será el peor año, por mucho! Los republicanos se unirán y salvarán la situación”.

El cálculo de Trump –al que le apostó a lo grande– fue que podía ganarse la aprobación del Partido Republicano (y resultar elegido presidente) al ser el polo opuesto de Obama en, bueno, casi todo.

Eso comenzó con su condena al Obamacare, pero ha continuado con su decisión de desclasificar el acuerdo nuclear de Irán, retirarse de los acuerdos climáticos de París, apoyar el oleoducto Keystone XL, su plan para terminar DACA, sus retrocesos regulatorios y muchas (muchas) otras determinaciones políticas de este gobierno, que apenas lleva un poco más de nueve meses.

Es como si Trump usara un brazalete que con las iniciales QHO (por «¿Qué haría Obama?») y luego decidiera hacer exactamente lo contrario. Entonces, el desmantelamiento del Obamacare, que es lo que Trump está intentando lograr, es un paso para el desmoronamiento más amplio del legado de Obama.

Por supuesto, el problema con este enfoque es que estar en contra de todo lo que hizo el último presidente no representa precisamente un plan proactivo de soluciones políticas. A diferencia de una campaña, en la que postularse contra algo suele funcionar mejor que postularse por algo, el acto de gobernar implica cosas muy diferentes.

Acuérdate que Trump fue elegido para traer el cambio necesario en Washington. Deshacerse de las cosas que Obama logró es solo parte de esa promesa. La segunda mitad consiste en incluir soluciones conservadoras sobre las que el Partido Republicano cree que podrían funcionar mejor, y eso tiene muy poco que ver con las acciones que alcanzó Obama en su mandato.

Trump será aclamado por los conservadores dentro y fuera de Washington, justamente por forzar el fracaso de Obamacare. Pero, si los republicanos en el Congreso no pueden encontrar la forma de aprobar algún tipo de plan de reemplazo significativo, esa alegría pronto se convertirá en cenizas en sus bocas.

Fuente: CNN en Español