Indicó que uno de los principales problemas es el crecimiento descontrolado de las ciudades hacia zonas vulnerables, así como el deficiente proceso de planificación del ordenamiento territorial.
A esto se suma la deficiencia en la infraestructura de drenaje, no solo en áreas urbanas sino rurales, lo que genera una débil capacidad de control de las inundaciones. Barragán explicó que en Ecuador lo adecuado es hablar de época lluviosa, pues el invierno está definido a partir de la temperatura. «Lo que tenemos son variaciones en la cantidad de precipitaciones», apuntó.
Uno de los grandes desafíos, según el experto, es promover una mayor articulación entre los distintos niveles de gobierno, pues si bien está descentralizada la competencia de la gestión de riesgos, las emergencias como las actuales tienen que ser gestionadas y lideradas por los entes superiores.
Para Barragán, es necesario fortalecer el rol de algunas entidades, como la Superintendencia de Ordenamiento Territorial, Uso y Gestión de Suelo, para controlar el uso de los espacios, imponer sanciones y así evitar tragedias durante la época lluviosa. Recordó que hace algunos años se intentó eliminar este organismo, sin embargo, insistió en que los eventos como inundaciones y deslaves evidencia que la planificación y control es indispensable.
«Un Estado fuerte puede sobrepasar temporalidades del corto plazo, pensar en lo que va a suceder en el mediano y largo plazo, como los efectos del cambio climático», enfatizó Barragán.