Pero el mandato de Macron puede no ser tan abrumador como parece. Un número récord de votantes franceses estaban tan consternados por sus opciones que o bien se saltaron las elecciones o votaron en blanco.
La llamada «balota blanca» tiene una larga historia como un voto de protesta en Francia, que data hasta la Revolución Francesa. En esta ocasión, casi el 9% de los votantes emitió votos en blanco o estropeados, el más alto desde que la Quinta República fue fundada en 1958.
Por ahora, los votos, que se cuentan para la participación, son en gran parte simbólicos. Pero hay un movimiento en curso para que las papeletas en blanco cuenten como parte del voto general de la elección. Según una encuesta reciente de Ifop, el 40% de votantes franceses dijeron que votarían en blanco si eran reconocidos bajo ley francesa.
El voto de protesta
Guillaume Castevert, de 46 años, de Burdeos, en el suroeste de Francia, dijo que votó en blanco en la ronda final después de que su candidato favorito, Jean-Luc Melenchon, del izquierdista movimiento Le France Insoumise, quedara eliminado en la primera ronda.
Al igual que muchos votantes, Castevert tenía miedo de una victoria de Le Pen y quería que su voz fuera escuchada, pero se negó a votar por Macron, pues está en desacuerdo con sus políticas. «No quiero votar en contra de algo», dijo a CNN, «quiero votar por algo».
También está profundamente descontento con el sistema electoral francés. «Estoy convencido de que el sistema electoral no es muy democrático, de hecho es todo lo contrario», dijo. «Cada cinco años usted hace que la gente sienta que es importante, diciéndoles que su voto cuenta, pero realmente no importa».
Castevert dijo que su voto en blanco representaba un voto contra ambos candidatos y contra el sistema que cree que representan.
La democracia debería ser sobre la gente, dijo. «Ahora no es el poder de la gente, es el poder de unas pocas personas».
El mayor número de abstenciones desde 1969
Para los votantes desilusionados, la única opción era abstenerse, y casi una cuarta parte lo hicieron.
Las elecciones de este año marcaron el mayor número de abstenciones que el país ha visto desde 1969, cuando el candidato conservador Georges Pompidou aplastó al centrista Alain Poher.
Al igual que en 1969, los votantes izquierdistas descontentos aparentemente estaban detrás de la alta tasa de abstención.
En total, un tercio de los votantes arruinó sus boletas o se abstuvo. Teniendo en cuenta las abstenciones y los votos blancos, fueron más personas las que rechazaron a los candidatos que las que votaron por Le Pen.
Rim-Sarah Alouane, candidata a doctorado e investigadora de derecho público en la Universidad de Toulouse, dice que esto no es una sorpresa.
En la víspera de la votación, hashtags como #SansMoiLe7Mai (sin mí el 7 de mayo), #NiPatrieNiPatron (ni país ni jefe) y #NiMarineNiMacron (ni Marine ni Macron) surgieron en las plataformas de medios sociales.
«Estos hashtags muestran cómo la sociedad ha cambiado, cómo ha cambiado el panorama político y cómo la gente está tratando de recuperar lo que es su … democracia», dijo Alouane.
No votar: una decisión consciente
En el mismo sentido, las campañas que instaban a los votantes a quedarse en casa, dejar la balota vacía o presentar una hoja de papel en blanco en protesta ganó tracción antes de la votación. Una de esas campañas, el grupo Boycott 2017, les pidió a los franceses que rechazaran a ambos candidatos.
Jeremy, un activista de Boycott 2017 que se negó a dar su apellido, cree que el voto legitima lo que él describió como el sistema de elecciones antidemocráticas de Francia.
«El sistema actual no es democrático, es una dictadura burguesa que no beneficia a la clase obrera», dijo Jeremy.
En Francia, un país con tasas tradicionalmente altas de participación electoral, decidir no votar es una decisión muy consciente.
«Esta es una señal, hay una voz, una gran voz de la gente que no ha sido escuchada. Estas personas decidieron que los dos candidatos que terminaron en la segunda ronda no se dirigieron a sus preocupaciones», dijo Alouane.
«En algún momento, tenemos que reformar nuestro proceso electoral y tener en cuenta las abstenciones y los votos en blanco. Elegimos un presidente, pero ¿cuál es su legitimidad al final si tanta gente no va a votar?»