Unos USD 549 000 le costará a la capital dar tratamiento al exceso de lixiviado que se almacena en el relleno sanitario de El Inga.
El 3 de julio de 2020 se adjudicó el contrato por ese servicio, luego de que fuera declarado en emergencia. Así lo explica Xavier Sinche, quien asumió la gerencia de la Empresa de Gestión Integral de Residuos Sólidos (Emgirs), el 2 de junio.
Luego de conocerse la situación crítica del relleno, la entidad abrió el concurso y recibió cuatro ofertas. Villacapria, la empresa ganadora, está realizando los procesos de calibración y las pruebas antes de empezar el tratamiento. Tiene plazo de 60 días.
Las 2 200 toneladas de basura que llegan cada día al relleno sanitario generan un líquido producto de su descomposición que se conoce como lixiviado.
El sitio cuenta con un sistema de tuberías, en forma de red, que recoge ese líquido y lo conduce hacia unas piscinas donde debe ser tratado.
El relleno sanitario de Quito cuenta con 11 piscinas con una capacidad de almacenar 91 000 m³. El mes pasado albergaban 84 000 m³, esto evidenciaba que restaban 10 días para que las piscinas se saturaran.
El primer paso del plan de contingencia que arrancó de la mano de la nueva gerencia buscó incrementar su capacidad de almacenamiento.
Se empezó a alzar el nivel del borde de tres de las piscinas más grandes. Hasta ahora se ha logrado aumentar 3 000 m³ de capacidad, pero se pretende obtener 7 000 m³ adicionales, que será suficiente hasta que la empresa que ganó el concurso empiece a operar.
Cada tonelada de desperdicios, dependiendo de su composición, genera entre 0,6 y 0,8 m³ de lixiviado. Una de las particularidades de la basura -explica Sinche- es que esta sustancia sigue produciéndose (aunque en menor cantidad) por 10 y hasta 15 años.
Durante los más de 20 años de operación de este relleno, el tratamiento de los lixiviados no ha sido continuo, por lo que a pesar de que se realizaba siempre quedaba un remanente, y seguía acumulándose junto con la producción diaria.
Tratar el lixiviado no es fácil. Alfredo Jaramillo, ingeniero ambiental, indica que este líquido tiene en su composición materia orgánica, metales pesados y algunos compuestos químicos producto de la degradación de la basura.
Explica que como en la capital no hay una cultura de reciclaje, todo va a parar allí: aceite, combustible y piezas de teléfonos con compuestos tóxicos.
Sinche señala que para tratar esta sustancia se realiza un proceso complejo, que en el mercado tiene un valor de entre USD 17,50 y 20 por m³.
Paralelamente, en el portal está en marcha el proceso de licitación para la construcción del cubeto 10, que permitirá mantener operativo el relleno por tres años.
Mientras tanto, la Emgirs identificó tres espacios de aprovechamiento para garantizar la disposición de residuos por dos meses, mientras se construye el cubeto.
Carlos Sagasti, experto en manejo de residuos sólidos, explica que mientras más residuos orgánicos tenga una ciudad, más lixiviado se genera.
En Quito, el 60% es orgánico. ¿La solución? En Milán, por ejemplo, la basura se separa en cuatro tachos. En uno se clasifica lo orgánico, en otro el plástico y el metal, en otro el papel y cartón, y en el último tacho se pone el resto.
Lo orgánico se biodigesta: se fermenta y genera gases que son usados como combustible. Otra parte sirve como fertilizante. El plástico, el metal, el papel y el cartón son vendidos como materia prima. El resto de la basura va a un horno incinerador.
Allí, los desechos se usan como combustible y se calienta agua, lo cual genera vapor que alimenta una turbina y produce electricidad.
Este proceso genera gases que son tratados para disminuir el impacto en el ambiente. Sagasti advierte que todo este proceso es costoso, y puede superar los USD 200 por tonelada.
En el caso de la capital, dice, es fundamental aprender a reciclar, hacer recolección diferenciada y buscar otro terreno para un relleno nuevo.
Fuente: El Comercio – Nota Original : LINK