La detección de las ondas gravitacionales es un descubrimiento «que saldrá en los libros» como la respuesta, cien años después, al último interrogante de la Teoría de la Relatividad de Einstein, según dijo hoy a Efe la portavoz del proyecto LIGO, la argentina Gabriela González.
«Por eso es tan emocionante para todos, ahora conocemos el universo un poco más, sabemos que existen agujeros negros que colisionan y forman otros más grandes», explicó la investigadora en una entrevista con Efe, tras participar en el gran anuncio de la detección de las ondas en el National Press Club de Washington.
«Y lo más increíble es que producen contracciones del espacio-tiempo alrededor nuestro, en la Tierra, acá donde vivimos. Esas ondas han viajado por millones de años desde donde nacieron hasta nosotros», subraya.
González, como todos los que han trabajado en este ambicioso proyecto, habla de «las nuevas ventanas» al Cosmos que acaban de abrirse con gran entusiasmo y orgullo. Tanto, que hasta lleva puesto un pañuelo en el cuello con un dibujo de ondas, diseñado expresamente para conmemorar el hito.
En una multitudinaria conferencia de prensa, los científicos del observatorio estadounidense de interferometría láser (LIGO) pusieron hoy fin a meses de rumores y gran expectación entre la comunidad investigadora ante un hallazgo que abre la puerta a redescubrir el Universo, esta vez, sin necesidad de la luz.
El hito de LIGO es doble: se trata de la primera detección directa de ondas gravitacionales y de la primera observación de la fusión de un sistema binario de agujeros negros.
El esperado descubrimiento coincide con el centenario, este año, de la publicación del artículo en el que Einstein predecía la existencia de ondas gravitacionales como consecuencia de la Teoría de la Relatividad General que había presentado en noviembre de 1915, pocos meses antes.
«Este conocimiento de la teoría de Einstein de que el espacio-tiempo es dinámico es algo que yo creo que a todo el mundo le va a generar curiosidad por entender lo que pasa alrededor nuestro», considera González, que es profesora de física y astronomía en la Universidad de Luisiana.
El anuncio se ha hecho esperar cinco meses desde que las ondas fueron detectadas a las 09.51 GMT del pasado 14 de septiembre por los dos detectores de LIGO, uno localizado en Livingston (Luisiana) y otro en Hanford (Washington), a miles de kilómetros de distancia.
«Teníamos que estar seguros, ha habido fiascos en el pasado. Teníamos que asegurarnos de que no había pasado nada especial en uno de los detectores que indicara que no se trataba de una fuente astrofísica. Eso toma mucho tiempo», explica la investigadora.
Lo primero que encontraron los científicos fue un código informático que indicaba que se había detectado una onda gravitacional. «Pero a las computadoras no se le puede creer todo lo que dicen», advierte González.
«Teníamos que ver que el código estuviera bien, que los resultados tuvieran parámetros físicamente posibles, entender la fuente macrofísica que podría producir esas ondas, y todo eso toma muchos análisis», detalla.
«Tuvimos que simular muchas ondas para ver el efecto que tenían en el detector y cuál era la que más se parecía a la observación que teníamos. Tuvimos que analizar información de monitoreo de clima, rayos cósmicos, viento, para asegurarnos de que no había pasado nada en uno de los detectores que nos llevara a engaño», añade.
El equipo que ha hecho posible este hito científico es «muy internacional», más de 1.000 personas de 20 países que han trabajado en la detección, interpretación de datos y redacción de este estudio.
Los dos detectores son estadounidenses y la mayoría de los fondos para su desarrollo proceden de la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF), con aportaciones extranjeras.
Los científicos de LIGO tienen la certeza de que si siguen tomando datos con los mismos instrumentos detectarán otras ondas, aunque quizás no tan fuertes.
«Empezamos a tomar datos en agosto porque teníamos detectores tres o cuatro veces mejores que los últimos operados en 2010, a pesar de que los queremos hacer 10 veces mejores de lo que eran entonces», cuenta González.
«No obstante, probamos, tomamos datos, pensamos que aprenderíamos cómo funcionan mejor los detectores, a ver qué había y, para nuestra sorpresa, lo que había era esta señal fantástica», agrega.
Ahora, a los detectores estadounidenses, se va a unir uno de Virgo en Italia, hasta conseguir una potencia diez veces superior a la que se tenía en 2010.
«Teniendo tres detectores funcionando al mismo tiempo y analizando los datos de los tres al mismo tiempo, las señales van a ser más fáciles de encontrar y de distinguir del ruido, porque tiene que ser la misma en los tres, vamos a poder triangular», apunta la científica.
Los investigadores de LIGO quieren así seguir dando pasos que, como el de hoy, contribuyan a responder esas preguntas sobre el universo que el hombre se hace desde tiempos remotos.
Por el momento, han puesto un broche de oro histórico a la teoría de Einsten, justo cuando se cumplen cien años de su formulación.