Por primera vez en su historia reciente, México decidió apostarle a la izquierda.

Efe

El favorito de las elecciones presidenciales del domingo, Andrés Manuel López Obrador, ofreció en su discurso de victoria una promesa para transformar a un país que en las urnas mostró su hartazgo de partidos políticos tradicionales que dispararon la violencia y corrupción. Y aunque AMLO se mostró conciliador, también aseguró que encabezaría una reforma radical pacífica que permita atender a los más pobres.

“No les fallaré, no voy a decepcionarles, no voy a traicionar al pueblo”, dijo. “Mantengo mis ideales y principios, que son el destino más importante en mi vida, pero también confieso que tengo una ambición legitima: quiero pasar a la historia como un buen presidente de México”.

AMLO, como lo conocen sus seguidores, fue reconocido por sus contrincantes como el triunfador de los sufragios más grandes de la historia de México incluso antes de que se dieran a conocer cifras oficiales y luego de que sondeos a boca de urna le dieran una amplia diferencia.

El corazón de la Ciudad de México, el centro histórico, hervía en aplausos y gritos de júbilo cuando López Obrador inició su discurso de victoria primero en un hotel y luego se dirigió al Zócalo, un lugar de fuerte simbolismo político.

Con la voz pausada que lo caracteriza, AMLO reafirmó las ideas que mantuvo a lo largo de su campaña. “Llamo a todos los mexicanos a la reconciliación, a poner por encima de los intereses personales el interés general… la patria es primero”, dijo ante miles de sus simpatizantes.

Banderas mexicanas, cánticos y gente bailando daban color a la noche mientras AMLO agradecía a sus rivales en la contienda, al actual mandatario Enrique Peña Nieto –quien reconoció también su triunfo– y a los medios de comunicación que “no fueron como en otras ocasiones, correa de transmisión de la guerra sucia”.

Luego dijo que buscaría establecer una auténtica democracia y que aunque habría cambios profundos, todo se daría con apego al orden legal establecido.